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lunes, 24 de enero de 2011

¡CANTAROS, TEAS Y LA ESPADA DEL SEÑOR! (Jueces 6-8)

Eran tiempos sombríos para Israel. Ya se habían instalado en la Tierra Prometida, pero la situación se había tornado insoportable ya que se veían obligados a luchar por la supervivencia bajo el hostigamiento constante de sus enemigos.
A causa de los pecados de los israelitas que adoraban a otros dioses e ídolos y no habían expulsado a los paganos malignos y corruptos de sus tierras, Dios mismo les había enviado a los crueles madianitas y amalecitas, para que vinieran contra ellos como azote y castigo de sus pecados. (Salmo 78:62; Josué 23:13).
En aquellos días los madianitas arrasaban los campos arruinando los cultivos, "y no dejaban qué comer en Israel, ni ovejas, ni bueyes, ni asnos." Pero finalmente, cuando Israel clamó al Señor, El les envió un profeta que les dijo la causa de sus problemas: "Porque no han obedecido a la voz de Dios". (Jueces 6:10)
Los israelitas se angustiaron y clamaron al Señor pidiéndole ayuda. Entonces Dios, con Su eterno amor y misericordia, les envió a alguien para que les ayudara. ¿Quién era aquel hombre? Pues el humilde hijo de un campesino, y no algún afamado hombre de gran influencia, cultura y renombre.
El ángel del Señor se apareció a Gedeón mientras trillaba el trigo, diciendo: "¡El Señor está contigo, varón poderoso y valiente!" Y Gedeón contestó: "Pero Señor, si estás con nosotros, ¿por qué nos han sobrevenido tantos problemas? ¿Qué ha sido de todos esos milagros de que nos hablaron nuestros padres?"
¿Verdad que suena familiar, como cuando nosotros mismos tenemos problemas? "A ver, Señor, ¿por qué no nos cuidas un poco mejor? ¿Por qué dejas que nos sucedan tantas cosas terribles?" Y en realidad la mayoría de esas cosas son consecuencia de nuestra obstinación, testarudez y desobediencia. A pesar de ello, intentamos culparlo a Dios en vez de asumir la culpa nosotros mismos.
Sin embargo, misericordiosamente, Dios le dijo a Gedeón: "Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas".
"Pero Señor", volvió a decir Gedeón, todavía dudando de que Dios pudiese hacer algo por su intermedio, "¿con qué voy a salvar yo a Israel? ¡Mi familia es la más pobre de toda la tribu de Manasés, y para colmo, yo soy el menor de la familia!"
Pero el Señor lo animó diciendo: "Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre".
Dios quería que Gedeón y todo Israel supieran que El estaría con Gedeón y que les daría la fuerza que necesitaran. Gedeón no tenía razón para preocuparse. Claro que no tenía gran fortaleza, claro que era débil, ¡pero Dios se encargaría de todo! Y finalmente Gedeón aceptó limitarse a obedecer y hacer lo que el Señor le indicara.
Y el Espíritu del Señor descendió sobre Gedeón, y él hizo sonar el cuerno y envió mensajeros para convocar a los hombres de Israel a luchar contra sus malvados enemigos. Los hombres acudieron desde todas direcciones, hasta formar un considerable ejército de 32.000 hombres. A la mañana siguiente iniciaron la marcha rumbo al norte, donde los madianitas estaban acampados en un valle junto al monte de More.
Allí empezó la verdadera prueba para la fe de Gedeón. Había congregado un ejército poderoso y se dirigía rumbo al campamento del enemigo, pero de pronto el Señor le dijo: "Tienes demasiados hombres contigo como para que Yo te haga ganar esa batalla, porque después Israel alardeará y dirá: ¡Mi propio brazo me ha salvado!" Gedeón debe de haber pensado: "¿Qué quiere decir esto? ¡No tiene sentido que recortemos el ejército justo cuando vamos a enfrentarnos a un enemigo tan poderoso!"
"Anúnciale al pueblo", agregó el Señor, "que cualquiera que tiemble y tenga miedo puede volver atrás." Y luego de que Gedeón les comunicara tan sorprendente anuncio, 22.000 hombres se echaron atrás, ¡casi dos tercios de sus fuerzas!
¡Pero aquella había sido apenas la primera prueba! A continuación, el Señor le dijo a Gedeón: "Todavía son demasiados; llévalos a la orilla del agua, y allí te los probaré". El Señor tenía preparada otra prueba para seguir purificando las filas, que sólo El y Gedeón conocían.
Cuando los hombres se acercaron al agua para beber, el Señor le dijo a Gedeón que quien se arrodillara y bebiera hundiendo el rostro en el agua, debería ser enviado de regreso. Por el contrario, los soldados más alerta que tomaran el agua con la mano para beber, serían escogidos para la batalla. Solo aquellos hombres que mantuvieran permanentemente los ojos abiertos, observando al enemigo en todo momento y dejando una mano libre para empuñar el arma, serían los únicos dignos de acompañar a Gedeón.
¡De los 10.000 hombres que superaron la primera prueba, tan solo 300 superaron la segunda! Así es, 31.700 hombres no dieron la talla. La fe del joven Gedeón fue probada al máximo. No solo había perdido el 99% de las tropas que había reunido; además los ejércitos de los madianitas tenían millares y millares de hombres. En efecto, "estaban tendidos en el valle como langostas en multitud".
¡Curiosamente, sin embargo, daba la impresión de que cada vez que Gedeón simplemente obedecía al Señor, por ilógico que pareciera, su fe iba en aumento y se volvía más y más fuerte! Pero para que no se desanimara, el Señor le tenía preparada otra estratagema.
Gedeón había ordenado a los 300 hombres que recogieran todas las provisiones, los cántaros de agua y las trompetas que habían dejado los que habían sido enviados de regreso. Luego se dirigieron hacia las zonas más elevadas, alrededor del valle donde los madianitas tenían su campamento y en el que aún dormían. Y el Señor le dijo a Gedeón: "Si tienes temor al descender al ataque, baja con tu criado Fura al campamento, y oirás lo que hablan, y entonces te sentirás fortalecido".
De modo, pues, que cuando Gedeón se había acercado al campamento, escuchó a un hombre que acababa de despertar de una pesadilla y le decía a otro: "Tuve un sueño muy extraño. Vi un pan de cebada que venía rodando a nuestro campamento y golpeaba la tienda, ¡de tal manera que la derribaba por completo!"
Al oír aquello, el otro soldado replicó: "¡Eso no es otra cosa que la espada de Gedeón, el israelita, y que Dios ha entregado en su mano a todas las fuerzas de los madianitas!"
¡Luego de escuchar aquellas palabras, Gedeón adoró al Señor y se sintió lleno de valor! Volvió luego adonde estaban sus hombres y les dijo: "Levántense, porque el Señor ha entregado el ejército de Madián en sus manos."
Y el Señor le dijo a Gedeón que le diera a cada hombre una trompeta, una tea y un cántaro vacío. En el momento convenido debían encender la tea y ocultarla dentro del cántaro. Protegidos por la oscuridad, Gedeón distribuyó a sus hombres en tres escuadrones y los ubicó alrededor del campamento de los madianitas. Luego, al llegar la medianoche, a una señal de Gedeón, cada hombre rompió su cántaro, dejando al descubierto la luz que llevaba dentro. Y cada hombre hizo sonar su trompeta, y gritaban con todos sus pulmones: "¡Por la espada del Señor y de Gedeón!"
¿Les salió bien el ardid? ¡En realidad, armaron un alboroto descomunal con todas aquellas trompetas que sonaban al tiempo que rompían los cacharros, y cuando los adormilados madianitas despertaron y vieron el relampagueo de cientos de luces, creyeron que el mundo entero se había precipitado sobre ellos!
Se sobresaltaron tanto en la oscuridad que empezaron a atacarse unos a otros y terminaron huyendo en desbandada, abandonando el campamento.
¡Qué cuadro! ¡Apenas 300 hombres, armados solamente de trompetas, cántaros y teas aterrorizaron a 135.000 hombres, y dice que luego de la batalla contaron más de 120.000 muertos! ¡Fue una gran victoria, de las mayores de toda la historia de Israel!
¡Cuando Gedeón llegó al punto de creer mansamente en la Palabra de Dios y aceptó obedecer calladamente lo que le decía, Dios cargó de gloria a su insignificante grupillo de 300 hombres, y el Señor bendijo lo poco que ellos eran capaces de hacer proporcionándoles una victoria arrolladora sobre un ejército imponente, en el transcurso de una de las batallas más ridículas que registren los anales de la historia!
¡Gedeón se atrevió a intentar algo diferente, un nuevo método, algo descabellado que Dios había puesto en su corazón! ¡Era una táctica nueva que jamás había intentado, pero creyó que saldría bien porque Dios tenía que ver con ella, y salió bien!
Gedeón fue adonde Dios lo mandó... ¡y Dios fue con él! ¡Y lo mismo hicieron sus escasos 300 hombres, y lo que hicieron lo hicieron porque Dios obraba en ellos!
A lo largo de toda la Biblia se ve cómo Dios fortalecía y protegía milagrosamente a Sus hijos, que eran tan débiles y humanos como nosotros. ¡Esos mismos milagros de poder, protección y juicio que se daban en los tiempos bíblicos, pueden acontecer también en la actualidad!
¡Es Dios quien gana las batallas! ¡Es la obediencia lo que gana las batallas! ¡Es la fe humilde lo que gana las batallas! ¡Por muy pocos y débiles que seamos, y por poco que tengamos!

REFLEXION--Cántaros, Teas y La Espada Del Señor

(1) ¡Dios no tolera la coexistencia pacífica del bien con las fuerzas del mal que pretenden vencerlo! (Deuteronomio 7:2-4)
(2) Cuando la gente de Dios se vuelve rebelde y desobediente, Dios suele recurrir a los medios naturales como las guerras con sus enemigos, hambres y otras calamidades como castigo por sus pecados. (Salmo 106:34-44)
(3) Tal como sucedió en el caso de Gedeón, hijo de un humilde campesino, muchas veces Dios se vale de gente débil, en apariencia incapaz, que por lo general no tiene tanta soberbia y por lo tanto es más obediente al Señor. (1 Corintios 1:26-31)
(4) A veces el Señor ve a la gente con una óptica diferente a la nuestra. (1 Samuel 16:7)
(5) Hay ocasiones en que nos sentimos tentados a culpar a Dios de nuestros problemas, ¡cuando en realidad son directamente culpa nuestra! (Salmo 107:11-20, 43)
(6) Apenas nos decidimos a obedecer al Señor, El nos dota de un poder sobrenatural para realizar la tarea que nos ha encomendado. ¡En el instante en que uno, movido por la fe, obedece a Dios, El nos otorga la bendición y la fortaleza espiritual para seguir adelante! (Exodo 23:22; Santiago 1:22-25)
(7) Para Dios las grandes cantidades no significan nada, y de hecho, prefiera actuar a través de los débiles y de los pocos en número para demostrar que lo que obra es Su fortaleza y no la nuestra. (1 Samuel 14:6; 2 Corintios 4:7) (Ver también "Dos soldados vencen a miles")
(8) Dios escogió solamente a aquellos hombres que no estaban temerosos ni desalentados, a los que tenían fe para ir a la batalla. ¡De otro modo, ese contagioso espíritu de temor podría haberse extendido a los demás hombres! (Deuteronomio 20:8)
(9) Muchas veces el Señor nos pone a prueba y nosotros ni siquiera sabemos que estamos siendo probados. (Jeremías 17:10)
(10) ¡Al final, los únicos soldados escogidos por Dios fueron lo que no se descuidaron ni un momento! Los que permanecieron alerta y vigilantes, siempre atentos a cualquier ataque repentino. (1 Pedro 5:8)
(11) Primero viene la obediencia, y luego siguen las bendiciones de Dios. Cuando uno, por fe, hace todo lo que puede, el Señor honra esa fe haciendo la parte que nosotros no podemos hacer. Dios bendice la obediencia. (Isaías 1:19)
(12) ¡Luego de que hayamos empezado a obedecer, si a veces nos sentimos desalentados, el Señor hará milagros para alentar nuestra fe! (2 Timoteo 2:13)
(13) Un sueño, una sencilla revelación le inspiró a Gedeón la confianza en que Dios le daría una gran victoria. ¡Ese era todo el aliento que necesitaba para guiar a sus soldados contra un ejército cien veces superior al suyo! ¡Y ganaron la batalla! (Números 12:6; Isaías 42:9)
(14) Hay que darle a Dios el mérito por las victorias que El nos da. ¡La alabanza es la voz de la fe! (Salmo 149:6)
(15) A veces Dios actúa de forma opuesta a nuestro razonamiento natural. ¿Quién había oído hablar de que se libraran batallas con trompetas, cántaros y teas? ¡Pero tal vez el concepto que Dios tiene de lo que es un arma sea distinto al de los hombres!

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