Cuánto deseo estar contigo, Jesús, en Tu presencia, en Tu salón, mi gran Rey. Gracias por hacernos ver que para entrar por las puertas de Tus atrios tenemos que tocar las campanas, los carillones celestiales, mediante nuestras alabanzas. Cuando te damos gracias por Tu bondad, por Tu amor, por todo lo que haces, suenan las campanas. Cuanto más te damos gracias, más repican y emiten sonidos armoniosos, informando a los guardas que alguien está a las puertas del Cielo y solicita pasar. Estas alabanzas celestiales nos permiten la entrada.Cuando te alabamos, somos conducidos a Tus atrios. En la alabanza está la contraseña que nos permite pasar a Tus majestuosos salones y acercarnos a Tu presencia. A través de la alabanza podemos entrar en Tus atrios de alegría.Entramos a Tus atrios con alabanza y te amamos de todo corazón. Ahí te adoramos, te alabamos, te cantamos y alzamos los brazos a Ti. ¡Qué triunfos, qué protección, qué amor, qué paz y qué fuerzas nos proporcionan nuestras alabanzas a Ti! Y ¡cómo te gustan! Te satisfacen y te hacen sentir alegría, amor y felicidad. ¡Cuánto las agradeces! Y ¡cómo las necesitamos nosotros para acercarnos a Ti!¡Cuánta falta nos hace entrar por Tus puertas, estar en Tus atrios, en Tu presencia, para amarte y llenarnos de Tu amor!
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