Índice
Introducción.............................................................
El amor es….............................................................
Palabras de amor....................................................
Actos de amor..........................................................
Quien te ama, te elogia.........................................
Muestras de afecto.................................................
La cara lo dice.......................................................
Esos detalles..........................................................
El prójimo...............................................................
Compasión y empatía............................................
Fuerza creadora.....................................................
El amor nunca falla................................................
El amor engendra amor.........................................
Amor comunicativo................................................
Amor desinteresado...............................................
Dios nos pide algo muy sencillo: que amemos......
¿Qué nos impide amar?.........................................
¡Adiós a la soledad!................................................
Un amor mayor que el nuestro...............................
La fuente del verdadero amor...............................
Embajadores del amor...........................................
Personajes citados en esta obra............................
Introducción
L
lamado el más dulce de los misterios de la vida, el amor puede ser etéreo o terrenal, volcánico y apa-sionado o tierno y silencioso. De valor incalculable y a la vez gratuito, constituye paradójicamente una experiencia universal y al mismo tiempo sumamente individual. Ese sentimiento indescifrable, mágico, sublime que llamamos amor se asemeja a una piedra preciosa cuyas múltiples caras o facetas revelan su belleza. Cada una de esas caras es singular y a la vez parte integral del todo.
El amor se ve retratado en la indescriptible adoración mutua que irradia del rostro de una madre y su hijo; en el rostro de unos padres que estrechan entre sus brazos a un hijo pródigo que retorna al hogar; en la expresión de unos enamorados que se pierden el uno en las miradas y en los sueños del otro; en la cara de quienes atienden voluntariamente a los afligidos, los desvalidos y los indigentes; en el rostro de extraños y amigos, de cualquiera que se tome la molestia de ser amable y considerado; en el semblante del creyente moribundo que alza la mirada hacia el Cielo en busca de vida nueva y gozo inefable.
Es precisamente en las muchas caras del amor donde descubrimos la imagen de Dios, el cual es ni más ni menos que amor. Cada vez que presenciamos una manifestación de amor, alcanzamos a ver un poco más del Creador. Claro que en estas pocas páginas no pretendemos tratar a fondo un tema de semejante envergadura. Nuestra intención es solo apuntar hacia la fuente del amor, Dios mismo, que da a todos gratuitamente, sin parcialidad y sin fin.
El amor es…
E
l amor es creer y es confiar; es ayudar y animar; es sincerarse; es compartir; es sentir y brindar contacto físico, es orar por los demás, interesarse por ellos. El amor es generosidad, es comunicación, es una emoción. Es apasionado, vibrante y cálido. El amor va siempre de menos a más.
El amor constituye la mayor de las necesidades del hombre y es, por ende, el mayor servicio que puede rendírsele. El amor es espiritual, pero se manifiesta físicamente. Cobra vida cuando uno lo pone en acción y lo traduce en actos considerados. El amor es constante, no sabe de horas ni de días. Siempre halla soluciones y se da por entero. El amor, en su vertiente desinteresada, es infrecuente. No tiene precio, y constituye su propia recompensa.
El amor no hace daño a nadie. Prefiere la felicidad ajena a la propia. Se sacrifica para ayudar al prójimo. El amor es valeroso, supone abnegación total. El amor nunca se pierde; tarde o temprano, siempre surte efecto. El amor es para siempre.
D.B.B.
Ó
El amor no tiene edad. Nace una y otra vez.
Blaise Pascal
Ó
El amor es un juego para dos en el que ambos ganan.
Eva Gabor
Ó
El amor es una fruta que en todo momento está en sazón y al alcance de cualquier mano.
Madre Teresa
Ó
El amor es la imagen de Dios. No una imagen inerte, sino la esencia viva de la naturaleza divina, que irradia la plenitud de la bondad.
Martín Lutero
Palabras de amor
A
un el más fino de los vinos no puede apreciarse mientras no se abra la botella. Lo mismo sucede con el amor. Destápalo. Traduce tu amor en palabras.
La frase más importante que se puede aprender a decir es: «Te quiero». No des por sentado que una persona sabe que la amas. Dile lo singular que es para ti. Exprésale cuánto la necesitas. Hazle saber cuánto disfrutas de su compañía. Manifiéstale lo feliz que te hace. Y repítelo tantas veces como sea necesario para que no lo olvide.
S.S.
Ó
El amor es como el fuego: Si no se propaga, se apaga.
Giovanni Papini
Para empezar
Si te cuesta expresar verbalmente el amor que sientes por otras personas, inténtalo con alguna de las breves frases que reproducimos a continuación. Si las dices con sinceridad, resonarán en el corazón del oyente como una dulce música.
Te quiero.
Te necesito.
Eres maravilloso/a.
¿Qué sería de mí sin ti?
Me alegras la vida.
Creo en ti.
Confío en ti.
Te admiro.
Estoy orgulloso/a de ti.
Te apoyo incondicionalmente.
¡Qué bien lo paso contigo!
Disfruto de tu compañía.
Eres un/a gran amigo/a.
Siempre estás a mi lado cuando te necesito.
Doy gracias a Dios por ti.
Me encanta tu amor.
Gracias por ser como eres.
Gracias por preocuparte por mí.
Eres muy importante para mí.
Me haces sentirme amado/a.
Me haces increíblemente feliz.
Contigo todo cobra un valor especial.
Me encantaría ser más como tú.
S.S.
Ó
En cierta ocasión, el abogado y diplomático norteamericano Joseph Choate (1832–1917) rindió a su esposa el mayor de los homenajes. Al preguntársele quién le gustaría ser si pudiera reencarnarse en otra existencia terrena, su respuesta no se hizo esperar: «El segundo marido de la Sra. Choate».
Anónimo
Ó
La gotita de lluvia
Una gotita de lluvia, suspendida aún,
se puede creer insustancial.
Pero en alguna parte una pequeña flor
aguarda sedienta su caída.
Una palabrita no pronunciada aún
puede parecernos trivial.
Pero en alguna parte un triste corazón
quizá con ardiente deseo la pida.
Helen T. Allison
Actos de amor
R
ara vez puede expresarse el amor sin una manifestación tangible, sin que se traduzca en algún acto. La necesidad de amor verdadero es netamente espiritual, pero debe materializarse.
A las personas no les basta con que les hablen del amor verdadero; tienen que verlo. Más enseñan buenas acciones que buenos sermones. Hay que predicarles con el ejemplo. Como rezan algunos refranes: «Obras son amores, que no buenas razones» y: «Bien predica fray Ejemplo, sin alborotar el templo».
Es propio de la naturaleza humana confundir en ocasiones lo que decimos; mas cuando lo llevamos a la práctica, no hay confusión posible.
D.B.B.
Ó
Instintivamente, no hay hombre que no perciba que todos los sentimientos hermosos del mundo pesan menos que un solo acto de amor.
James Russell Lowell
Existe en este mundo una luz, un espíritu sanador capaz de vencer toda fuerza tenebrosa que se nos cruce en el camino. A veces, cuando estamos en presencia del sufrimiento y del dolor, perdemos de vista ese espíritu. Pero de repente se hace manifiesto a través de personas comunes y corrientes que atienden al llamamiento y responden de modo extraordinario.
Madre Teresa
Ó
Donde hay otro ser humano, se presenta la oportunidad de manifestar amor.
Anónimo
Ó
La amabilidad como catalizador
Sucedió que un presidiario de Darlington (Inglaterra) acababa de recuperar su libertad, cuando se cruzó por la calle con el alcalde John Morel. El hombre, que había pasado tres largos años en la cárcel por malversación de fondos, esperaba sufrir un fuerte ostracismo social de parte de la gente de su pueblo.
—¿Qué tal? —lo saludó el alcalde alegremente—. ¡Qué gusto verlo! ¿Cómo le va?
El hombre se sintió un poco incómodo, y la conversación terminó con un silencio embarazoso.
Años más tarde, el alcalde Morel y el ex presidiario —ya para entonces un ciudadano probo y productivo— volvieron a encontrarse por casualidad en otro pueblo. Este último le dijo:
—Gracias por lo que hizo por mí cuando salí de la cárcel.
—¿Qué hice? —preguntó el alcalde.
—Me habló con amabilidad, y eso transformó mi vida —repuso el otro agradecido.
Anónimo
Ó
Un empujoncito
Un empujoncito cuando el camino es penoso
puede ayudarnos a remontar la cuesta.
Una oracioncita en un día gris
puede tornar nuestra amargura en fiesta.
Una alzadita cuando la carga es gravosa
puede ser la fuerza que nos saque adelante.
Un jaloncito cuando la voluntad flaquea
puede actuar como un estimulante.
Un apretoncito de una mano amiga
puede sacarnos de un feroz apremio.
Una palabrita envuelta en ternura
puede salvarnos de un desesperante infierno.
Una sonrisita cuando estamos tristes
puede brillar como un rayo de alegría.
Una frase cariñosa puede animarnos
cuando pareciera que nos vence la agonía.
Un cachito de amor puede señalar la ruta
a una pobre alma que anda extraviada.
Una lagrimita y un «Dios te bendiga»
pueden iluminar una cara angustiada.
Un obrita de amor que un cristiano realice
puede dar arrestos a un hombre cansino.
Un impulsito cuando la batalla arrecia
puede ayudarnos a llegar a destino.
Walter Isenhour
Ó
No espero pasar por este mundo más de una vez. Por lo tanto, si puedo hacer algún bien, si puedo tener alguna gentileza con uno de mis semejantes, más vale que sea ahora, y que no lo postergue ni lo relegue; pues no volveré a pasar por aquí.
Étienne de Grellet
Ó
El amor verdadero hace milagros, porque él mismo es ya el mayor milagro.
Amado Nervo
Quien te ama, te elogia
T
odo el mundo tiene sus buenas cualidades. Hay características concretas de los demás por las cuales podemos elogiarlos con prodigalidad. Si no descubrimos una enseguida, conviene mirar más detenidamente. Pide a Dios que te muestre las cualidades positivas con que ha dotado a cada persona, pues Él ve en todas ellas rasgos dignos de elogio y capaces de despertar el amor de los demás. Cuanto más difícil te resulte descubrir esa cualidad singular, probablemente mayor será la recompensa que esa persona y tú reciban cuando des con ella. Si encuentras aunque solo sea una pequeña veta en alguien y la alumbras con un poco de amor en forma de elogios, te conducirá directamente al filón principal. Esa persona se te abrirá, y hallarás que posee numerosas cualidades dignas de admiración.
S.S.
Ó
Los elogios de una sola persona tienen grandes repercusiones.
Samuel Johnson
En los tiempos en que no existía la diagramación por computador, las líneas de tipografía generalmente se componían a mano, letra por letra. Cierto día, a un editor le llamó la atención una composición tipográfica particularmente bien hecha, por lo que envió unas palabras de elogio al cajista que la había realizado. Poco le faltó a este para llorar. Llevaba diez años en el oficio, el cual desempeñaba con gran dedicación y esmero. Sin embargo, aquella era la primera vez que alguien se había tomado la molestia de agradecerle una tarea bien hecha.
Anónimo
Ó
El elogio tiene el mismo efecto en las personas que el agua en las plantas: basta con regarlas para verlas crecer.
S.S.
Ó
Los motivadores, terapeutas y sicopedagogos han descubierto lo que Dios ha sabido desde siempre y que de hecho ha formado parte de Su designio fundamental para la humanidad: que los elogios nos alientan a esforzarnos más. Esa oleada de cariño que nos envuelve al saber que hemos complacido a alguien nos incentiva a complacerlo aún más. Oír a una persona decir que nos hemos desempeñado bien nos motiva a esmerarnos más todavía.
S.S.
Ó
Todo el mundo está ávido de que se le manifieste sincero aprecio. A todos nos vienen bien las palabras de aliento. Sin embargo, muchas veces no expresamos ánimo y agradecimiento en medida suficiente a quienes nos rodean. «Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad» (Filipenses 4:8). Nos conviene aprender a aplicar este principio con quienes nos rodean. Procuremos pensar constantemente en las virtudes y puntos fuertes de las personas y elogiémoslas como se merecen.
María David
Ó
La mayor fuente de dicha que hay en la vida es saber que alguien nos ama, que nos ama por lo que somos, o más bien, a pesar de lo que somos.
Víctor Hugo
Ó
Amar a los demás tal como son es el mayor halago que les podemos hacer.
S.S.
Muestras de afecto
¿
Quién habría pensado hace apenas una generación que una muestra natural de afecto, como un abrazo, un beso en la mejilla, una palmada en la espalda, ponerle a alguien una mano en el hombro o tomarlo de la mano, llegaría a ser una transgresión de las normas sociales? En ciertas regiones del planeta, particularmente en Occidente, donde los clamores de acoso y abuso sexual alcanzaron decibeles alarmantes hace unos años, las sencillas e inocentes demostraciones de afecto han pasado a ser tabú. Esto es francamente lamentable.
Paradójicamente, médicos, sicólogos y sociólogos han demostrado luego de minuciosas investigaciones que el afecto es beneficioso para la salud y el bienestar general. La persona que se sabe amada tiende a ser más feliz y sentirse más segura.
«Cuatro abrazos al día ayudan a sobrevivir a las depresiones —dice la Dra. Virginia Satir, cientista social—; aunque una docena es mucho mejor. Las papilas de la piel son conductos propicios para transmitir mensajes de amor. El contacto físico es vital».
«En los cuatro minutos en que unos amigos o extraños se saludan, el efecto del contacto físico es dinámico —afirma el Dr. Leonard Zunin en From Contact (Ballantine Books, Nueva York, 1972)—. Cada vez que damos una palmadita en el hombro o el brazo a alguien, le transmitimos un mensaje psíquico mediante el cual expresamos que nos cae bien, que coincidimos con lo que dice o que se ha desempeñado satisfactoriamente. En resumidas cuentas, que no hay nada de qué preocuparse. Cuando rechazamos el contacto físico de alguien, el mensaje implícito en el gesto es tan elocuente como si lo expresáramos de palabra.
»Un roce, un toque, un abrazo nos acerca a otro ser humano —física y emocionalmente—. De modo que relájese, transmita más calidez, haga contacto con los demás, no se eche atrás. El efecto beneficioso del contacto físico depende de que se brinde con generosidad. Tome la iniciativa, y rara vez será rechazado», concluye Zunin.
En realidad no hace falta ser médico ni sociólogo para darse cuenta de los beneficios del afecto físico. Una estilista nos cuenta un secreto de belleza: «Algunas de mis clientes vienen a mi local más que nada en busca de un poco de cariño. A veces cuando llego a trabajar en la mañana, me encuentro con varias señoras mayores que tienen aspecto de haber acabado de salir de un salón de belleza y sin embargo hacen fila en la puerta de mi establecimiento. Algunas vienen dos veces por semana para un lavado y marcado que en realidad no necesitan. Me doy cuenta de que vienen más por deseos de un poco de contacto físico y humano que por un peinado». La estilista las escucha y les manifiesta afecto masajeándoles el cuero cabelludo mientras les aplica el champú. Los frecuentes apretones en los hombros y el cuello les indican que alguien se interesa por ellas. Al partir, se las ve radiantes y rejuvenecidas. El amor ha dejado su marca de belleza.
S.S.
Ó
La palabra griega que significaba afecto o cariño normalmente viene traducida por amor en el Nuevo Testamento, y aparece en diversos contextos. Era un término que expresaba al mismo tiempo desvelo por una persona y profundo amor.
Fue precisamente esa palabra la que se empleó en los Evangelios cuando dice que Jesús «tuvo misericordia» y curó a un leproso (Marcos 1:41), y cuando «tuvo compasión» al ver las multitudes porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor (Mateo 9:36). Pablo hace uso del mismo término para expresar el amor que abriga por sus amigos: «Dios me es testigo de cómo os amo a todos vosotros con el entrañable amor de Jesucristo» (Filipenses 1:8). Asimismo se emplea en el pasaje en que Jesús, poco antes de Su muerte y resurrección, dice a Sus discípulos: «Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros; como Yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois Mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan 13:34–35).
Joseph Reader
Ó
Salúdense los unos a los otros con un beso de amor fraternal.
El apóstol Pedro (1 Pedro 5:14, NVI)
Abrazos
Maravillas puede hacer un abrazo.
Te contenta cuando estás cabizbajo,
Transmite el amor que alguien siente por ti
o el dolor que le causa verte partir.
Un abrazo exclama: ¡Bienvenido!
¡Qué gusto verte! ¿Cómo te ha ido?
Un abrazo alivia el dolor de un niño.
Tras un disgusto, nos hace un guiño.
No cabe duda de que sin abrazos
andaríamos de lo más escasos.
Nos deleitan y alegran el corazón.
Dios hizo los brazos... ¡por esa razón!
Son extraordinarios para los padres;
para los hermanos, muy agradables.
Tal vez halaguen a las tías favoritas
mucho más que sus mimadas plantitas.
Gatitos y perritos los reclaman.
No los desdeñan los hombres de fama.
Traspasan la barrera del lenguaje
y en un día gris alegran el paisaje.
La reserva de abrazos no se achica:
cuantos más se dan, más se multiplican.
¡Extiende, pues, los brazos sin demora
y da a alguien un fuerte abrazo ahora!
Anónimo
La cara lo dice
S
iempre es posible dejar un poco de amor en el corazón de quienes se cruzan en tu camino, aun-que sea en su más simple expresión: con una palabra, una sonrisa o una mirada de comprensión. Así sabrán que Dios los amó ese día.
D.B.B.
Ó
La diferencia salta a la vista
Tomás Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos, cabalgaba con varios compañeros cuando llegó a un riachuelo crecido. Allí se encontraron con un hombre que viajaba a pie y esperaba que pasara alguien a caballo para que lo acarreara al otro lado del río. El Presidente accedió; lo subió al caballo y lo bajó en la otra orilla.
—¿Por qué le pidió usted al Presidente que lo llevara en su caballo y no a uno de nosotros? —le preguntó uno de los hombres que acompañaban a Jefferson.
El viajero respondió:
—No sabía que era el Presidente. Lo que sí sé es que unos tienen la palabra no escrita en la cara, y otros, la palabra sí. La de él decía que sí.
Anónimo
Ó
Cuando el amor penetra en el organismo, tarde o temprano se refleja en el rostro.
Anónimo
Ó
El valor de una sonrisa
Lo que en verdad más contribuye
a que merezca la pena la vida,
lo que cuesta menos y vale más,
es una grata sonrisa.
Una sonrisa que brota de un corazón
lleno de amor por los compañeros
ahuyenta todo pesar
y hace salir el sol de nuevo.
Está llena de valor y bondad,
impregnada de amor humano;
vale más que un millón de dólares
y, sin embargo, no cuesta un centavo.
Walter D. Nesbit
Esos detalles
S
i eres tan afortunado como la mayoría, probable-mente esperas ser objeto de atenciones espe-ciales el día de tu cumpleaños y en otras ocasiones destacadas. Pero, ¿no te sientes muy, muy querido cuando alguien, de forma insospechada, tiene contigo un lindo gesto por puro amor?
¿Por qué no hacer lo mismo por los demás? Si nos detuviéramos a reflexionar un momento, nos sorprendería cuántos detalles podríamos tener con nuestros semejantes que no nos costarían prácticamente nada y nos tomarían muy poco tiempo. ¿Quieres transformar tus relaciones con tus familiares, amigos y compañeros de trabajo? Especialízate en favores de cinco minutos.
S.S.
Ó
Siempre que haya un hueco en tu vida,
llénalo de amor.
Adolescente, joven, viejo:
siempre que haya un hueco en tu vida,
llénalo de amor.
En cuanto sepas que tienes delante de ti
un tiempo baldío, ve a buscar el amor.
No pienses: «Sufriré».
No pienses: «Me engañarán».
No pienses: «Dudaré».
Ve simple, diáfana, regocijadamente
en busca del amor.
¿Qué índole de amor? No importa: todo amor está lleno de excelencia y de nobleza.
Ama como puedas, ama a quien puedas,
ama todo lo que puedas... pero ama siempre.
No te preocupes de la finalidad de tu amor.
Él lleva en sí mismo su finalidad.
No te juzgues incompleto porque no responden a tus ternuras; el amor lleva en sí su propia plenitud.
Siempre que haya un hueco en tu vida,
llénalo de amor.
Amado Nervo
Ó
Los actos comunes y corrientes cobran belleza por medio del amor.
Percy Bysshe Shelley
Ó
Es contagioso
Un bus urbano se detuvo para que subieran dos débiles ancianas. El conductor ayudó a la primera a ascender, y acto seguido, con una sonrisa, se bajó, levantó a la más delicada de las dos y la subió al bus.
Cuando fue a expenderles el boleto, descubrió que en realidad querían ir en la dirección opuesta. Sin inmutarse, paró el bus y las ayudó a descender. Luego detuvo el tráfico y, tras ayudarlas a cruzar la calle, esperó a que viniera un bus en la dirección en que ellas se dirigían. Los pasajeros del primer autobús se vieron obligados a esperar. Cuando vino el que debían tomar las ancianas, el conductor del primero hizo una seña para que parara y, una vez más, las ayudó a ascender al otro vehículo.
Al retornar a su autobús, fue recibido con una salva espontánea de aplausos. Cuando arrancó, los pasajeros se veían más contentos. El silencio y la alienación que habían imperado hasta ese momento dieron paso a sonrisas y conversaciones animadas entre desconocidos.
Anónimo
Ó
Tómate tiempo para amar
Se ha dicho que los niños definen la palabra amor como sinónimo de tiempo. Pero en realidad todos hacemos esa asociación. Las actividades programadas para hacer cosas con otras personas son sensacionales. Sin embargo, también lo son esos breves momentos en que ponemos a un lado el periódico o el trabajo, apagamos el televisor o dejamos lo que sea que estemos haciendo para prestar a alguien toda nuestra atención. ¿Verdad que te encanta que hagan eso contigo? Esos gestos sencillos nos hacen sentirnos amados. ¿Por qué? Nos dan a entender que somos importantes para otro ser humano.
S.S.
Ó
Sin atajos
Un grupo de compositores e intérpretes se había desempeñado bien en una diversidad de producciones a lo largo de varios años. Se trataba de un conjunto bastante variopinto que había tenido sus altibajos, pero siempre se había mantenido unido. Cuando en determinado momento la inspiración de casi todos sus componentes llegó a un punto inusitadamente bajo, ello como es natural suscitó la preocupación de la pareja que dirigía al grupo. Siendo personas que dependían mucho de la oración, pidieron a Dios que les indicara qué andaba mal y cómo podían revertir la situación.
La respuesta que recibieron fue breve y sencilla: Había mermado su amor. Todos se habían enfrascado a tal grado en su trabajo que dejaron de tomar tiempo para manifestarse amor y aprecio los unos a los otros, valores que habían contribuido en gran manera a hacer de ellos un grupo de trabajo eficiente.
La pareja explicó aquello al resto del grupo y juntos confeccionaron una lista de las cositas que habían dejado de decirse o de hacer unos por otros. Al final de la reunión rogaron a Jesús que les ayudara a tomarse más tiempo para expresarse afecto. Enseguida se levantó la moral del conjunto y, gracias a los pequeños gestos cotidianos de amabilidad y aprecio, se mantuvo así durante meses. Al poco tiempo comenzaron a producir la mejor música que habían hecho en toda su vida profesional.
K.P.
El prójimo
U
n hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le des-pojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita [asistente del Templo], llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
Pero un samaritano [mestizo al que los judíos ortodoxos puros despreciaban y cuyo trato evitaban], que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: «Cuídamele, y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese».
¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
Jesús (Lucas 10:30-36)
Con la parábola del buen samaritano Jesús enseñó que nuestro prójimo es toda persona que necesite nuestra ayuda, sea cual sea su raza, el color de su piel, su religión, su nacionalidad, su condición social o su lugar de residencia. He ahí la diferencia entre la lástima y la compasión: la lástima no es más que un sentimiento de tristeza por las penurias ajenas; la compasión nos impulsa a traducir nuestra condolencia en hechos y no quedarnos en meras palabras. El amor consiste en establecer un vínculo entre Dios y alguien que necesita Su amor. Ese vínculo se forja manifestando a los demás amor verdadero, amor divino, por medio de acciones concretas. «El amor de Cristo nos apremia» (2 Corintios 5:14, Biblia de Jerusalén).
D.B.B.
Ó
¿Qué aspecto tiene el amor? Tiene ojos para ver el sufrimiento y la tristeza; oídos para percibir los gemidos y penas de otros; manos para ayudar y pies para acudir en auxilio de los pobres y necesitados. Así es el amor.
San Agustín
Compasión y empatía
A
mar es llorar con quienes lloran, sufrir con quienes sufren y compartir la angustia de los que tienen el corazón partido.
D.B.B.
Ó
Todo el mundo tiene algún hábito o peculiaridad que resulta molesto a sus congéneres. En vez de dejar que una idiosincrasia nos induzca a criticar a alguien y contribuya a que se introduzca una cuña entre nosotros y esa persona, es preferible analizar qué la lleva a comportarse así. Si te pones en el lugar del otro y procuras comprenderlo mejor y tomar en cuenta los antecedentes del caso, es más fácil ser tolerante y benévolo con él, y por ende amarlo. Pregúntate qué necesitarías tú si estuvieras en su situación. ¿Qué te levantaría el ánimo o qué te alegraría el día? ¿Qué te ofendería? Si procuras entender las situaciones o temores con que debe lidiar, no te resultará difícil vincularte con él y amarlo. Si no te es fácil relacionarte de esa manera con las personas, pide al Señor el don de la empatía, es decir, la aptitud de identificarte con los sentimientos o dificultades ajenos y comprenderlos.
S.S.
Lo que realmente importa
Carlos se dirigía una mañana al trabajo en su automóvil cuando tuvo un pequeño choque con otro auto.
Ambos vehículos se detuvieron, y la señora que manejaba el otro auto se bajó para evaluar los daños.
Estaba sumida en la desazón. Reconoció que había sido culpa suya. Su automóvil era nuevo. Hacía apenas dos días que lo había sacado del concesionario, por lo que temía lo que fuera a decir su marido.
Carlos se mostró comprensivo; de todos modos, procedieron con el intercambio de datos de los vehículos.
La mujer abrió la guantera para sacar los documentos, que se hallaban en un sobre.
En el primer papel que cayó del mismo estaban escritas las siguientes palabras de puño y letra de su marido:
«En caso de accidente, recuerda, cariño, que te quiero a ti y no al auto».
Adaptación de una anécdota de Paul Harvey
Ó
Cultivar el amor y el respeto
Charles Schwab pasaba por uno de sus talleres metalúrgicos un mediodía cuando se encontró con unos empleados fumando. Encima mismo de donde estaban había un letrero enorme que decía: «Prohibido fumar». Schwab, sin embargo, no les señaló el letrero ni les preguntó: «¿Es que no saben leer?» En modo alguno. Se acercó a los obreros, les entregó a cada uno un puro y les dijo:
—Amigos, les agradeceré que se los fumen fuera.
Aquellos hombres eran perfectamente conscientes de que el jefe sabía que habían desobedecido las normas. El hecho de que no dijera nada al respecto y, en cambio. les ofreciera un puro y los hiciera sentirse importantes despertó su admiración por él. No se puede menos que querer a un hombre así, ¿verdad?
Dale Carnegie
Ó
Ponte en el pellejo de los demás
A veces acertamos; otras, la embarramos.
A veces saltamos de gozo; otras, nos hundimos en un pozo.
Todos caemos alguna vez y necesitamos un amigo.
A veces somos débiles; otras, nos mostramos fuertes.
A veces tenemos razón; otras veces no.
Todos caemos alguna vezy necesitamos un amigo.
Ponte en el pellejo de los demás.
No desprecies, no acuses ni critiques.
Procura comprender su realidad
aunque un esfuerzo te implique.
Las palabras tienen el don de bendecir o maldecir,
arreglan situaciones o causan líos peores.
Cada vez que le echas tierra a alguien pierdes terreno.
Unas palabras condenan; otras, el alma serenan.
Alienta al débil demostrándole que puede.
La lengua amable es remedio para el corazón.
Michael Fogarty
Fuerza creadora
E
l amor no es ciego. Todo lo contrario. Nos pro-porciona un tercer ojo espiritual que ve lo bueno y las posibilidades que otros no ven. El amor posee fuerza creadora, porque Dios es amor y Él es el Creador. Además, con Su ayuda, nuestra fe también puede crear.
D.B.B.
Ó
Si tratas a un hombre como si ya fuera quien puede llegar a ser, lo convertirás en quien debe ser.
Goethe
Ó
El amor embellece de un modo prodigioso.
Louisa May Alcott
Ó
Dile que es maravilloso, y lo será. Dile que es bella, y lo será.
D.B.B.
Otra oportunidad
El amor y la confianza van de la mano. Cuando se nos demuestra confianza nos sentimos amados. A todos nos gusta ser dignos de la confianza ajena; así y todo, muchas veces nos cuesta manifestar confianza en otra persona, sobre todo cuando no estamos muy seguros de que estará a la altura de lo que esperamos de ella. El amor nos insta a correr el riesgo. Considera la siguiente anécdota:
Tomás Edison sufrió sus decepciones y reveses mientras inventaba la lámpara eléctrica. Sin embargo, se negó a considerarlos fracasos. Cierta vez, cuando apenas había realizado la mitad de los experimentos que habría de llevar a cabo para coronar con éxito su misión, declaró: «No he fracasado; mis intentos fallidos han sido pasos hacia adelante. Cada uno supuso un éxito en el sentido de que me indicó qué rutas estaban equivocadas para la creación de la lámpara eléctrica. He descubierto más de doscientas cosas que no funcionan. Pronto encontraré una que sí da resultado».
Edison comprendía que los demás también ansían ser dignos de confianza y agradecen que se les dé la oportunidad de hacer repetidos intentos hasta alcanzar el éxito.
Tras cientos de experimentos, por fin produjo una bombilla que funcionaba. Era la primera que se había fabricado jamás, y Edison se sentía sumamente orgulloso y feliz. Llevaba años soñando con aquel momento.
—Llévala arriba, Jimmy —dijo entregándosela a su asistente, Jimmy Price.
De pronto se oyó un estallido, y al volverse, Edison vio su preciada bombilla hecha añicos en el piso. A Jimmy se le había resbalado de los dedos.
Edison no pronunció palabra. Regresó a su mesa de trabajo e inició la fabricación de una segunda bombilla.
Cuando por fin estuvo lista, Edison hizo algo muy significativo. Con una sonrisa, se la entregó a Jimmy.
—Ten cuidado —le dijo.
Así le dio al muchacho otra oportunidad.
Anónimo
Ó
Me das aliento
Nadie influye tanto en mí,
me inyecta inspiración y me saca del abatimiento
como tú.
¡Cuánto aliento me das!
Me ensalzas, me animas,
me alegras, me aplaudes,
me sonríes, me admiras,
me abrazas, me enalteces,
me elogias, me aprecias.
Nadie influye tanto en mí,
me inyecta inspiración y me saca del abatimiento
como tú.
¡Cuánto aliento me das!
Me honras, me encomias,
me apruebas, me apuntalas,
me comprendes, me amas,
me avalas, me felicitas.
Gritas de gozo.
Nadie influye tanto en mí,
me inyecta inspiración y me saca del abatimiento
como tú.
¡Cuánto aliento me das!
Anónimo
El amor nunca falla
E
l amor no puede fallar. Da igual a quien se le prodigue. Siempre rinde cuantiosos beneficios. No se puede dar sin recibir a cambio. No se puede otorgar una recompensa sin ser recompensado. Cuanto más se da, más se recibe. Se multiplica: como los cinco panes y los dos peces que dieron de comer a miles, o como la última gota de aceite y el puñado de harina que sustentaron a tres personas durante tres años de hambre (Mateo 4:15-21; 1 Reyes 17:10-16).
D.B.B.
Ó
No hay dificultad que a base de amor no se venza, ni enfermedad que a base de amor no se cure. No hay puerta que con amor no se abra, ni abismo que con amor no pueda salvarse. No hay muro que a fuerza de amor no se venga abajo, ni pecado que a fuerza de amor no quede redimido. Por muy arraigado que esté un defecto, por muy desesperada que sea una situación, por muy confuso que sea un enredo o grave que sea una falta, el amor en medida suficiente todo lo disipa.
Emmett Fox
¿Quieres la llave que abre todos los corazones? Prueba el amor. Nunca falla, porque Dios es amor, y es imposible que Él falle.
D.B.B.
Ó
El capítulo del amor
Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.
Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.
El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.
Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.
Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.
Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.
Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.
El apóstol Pablo (1 Corintios 13)
El amor engendra amor
E
l amor es el único tesoro que se multiplica al dividirlo. Es el único obsequio que se acrecienta cuanto más se sirve uno de él. Es el único negocio en el que el despilfarro desenfrenado rinde beneficios. ¡Obséquialo! ¡Repártelo! ¡Riégalo por todos lados! ¡Vacíate los bolsillos! ¡Sacude el canasto! ¡Dale la vuelta al vaso! Y mañana tendrás más que nunca.
Anónimo
Ó
Todo el mundo ejerce influencia. Quien se conduce con amor impulsa a otros a hacer lo propio. Basta con que manifiestes amor para que otro adopte esa misma actitud. El amor en acción es contagioso. Se transmite de corazón a corazón. Si irradiamos amor en suficiente medida, los demás lo reflejan.
D.B.B.
El amor es capaz de generar increíbles reacciones en cadena. Cuando una persona manifiesta amor al prójimo, da inicio a un proceso que se va repitiendo. Basta con un gesto o una palabra de amor, o incluso un pensamiento amoroso. El amor engendra amor.
S.S.
Ó
La amabilidad bendice doblemente: bendice al dador y al receptor.
Anónimo
Ó
¿Fingimiento o realidad?
Henry Fawcett acompañaba a su padre en una cacería cuando a éste se le disparó accidentalmente la escopeta. El joven, que en aquel momento apenas contaba veinte años, perdió la vista en ambos ojos. Antes del suceso había sido un muchacho vivaz y ambicioso, con un gran futuro por delante. Habría sido comprensible que dicho accidente lo deprimiera y amargara, y así fue al principio. Pero hubo algo que lo salvó: el profundo amor que sentía por su padre
Este se hallaba al borde de la demencia por el remordimiento de lo que le había hecho a su hijo. La única forma que tenía Henry de evitar que su padre perdiera el juicio era convertir tan terrible desesperación en esperanza. Y eso hizo. Fingió estar contento cuando no lo estaba. Aparentó tener unas ganas de vivir que no tenía para nada. Simuló tener esperanzas de llevar una vida productiva y plena, cuando en realidad no albergaba tales esperanzas.
Sucedió entonces algo curioso: lo que fingía terminó por hacerse realidad. Fue como si, por un acto de voluntad, hubiese exorcizado un espíritu maligno, expulsándolo de sí. Posteriormente, Henry Fawcett fue elegido para ocupar un escaño en el Parlamento británico. Luego, a solicitud del primer ministro Gladstone, asumió como director general de correos del Reino Unido y llevó a cabo una importante mejora en el servicio de correos y telégrafos.
Anónimo
Ó
Una cura infalible
Cierta mañana en que una enfermera se dirigía al trabajo reparó en un anciano débil y encorvado que caminaba presuroso en la misma dirección. Se preguntó a dónde iría con tanta prisa a una hora tan temprana y si sería prudente que estuviera solo, dado su precario estado de salud.
Más tarde aquel mismo día le sorprendió verlo caminando por el pasillo del hospital donde ella trabajaba. Resultó que no había ido a recibir tratamiento —como ella supuso inicialmente—, sino a alegrar y acompañar a otros.
Entablaron conversación, y el anciano le dijo que varios meses atrás, en una ocasión en que se encontraba solo con sus dolores y achaques, se le ocurrió que sería mucho mejor salir a hacer algo. Seguramente había otros en peores condiciones que él, a quienes podía ayudar.
Fue consecuente con aquella reflexión y acudió al hospital, donde se ofreció a trabajar de voluntario. Cuando conoció a la enfermera, ya iba dos mañanas por semana a prestar toda la asistencia que pudiera. Le gustaba relacionarse con el personal, los pacientes y sus familiares. Contaba muchas anécdotas pintorescas y daba sabios consejos, fruto de toda una vida de altibajos. Ayudando al prójimo, se olvidó de sus achaques; entregándose, le había descubierto un nuevo sentido a la vida.
Anónimo
Ó
Quien siembra amor y bondad disfruta de una cosecha perpetua.
Anónimo
Ó
Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza.
El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado.
El rey Salomón (Proverbios 11:24–25)
Amor comunicativo
S
i manifiestas sincero amor e interés por el prójimo, no tendrás dificultades para ganar amigos. La gente no puede menos que sentirse atraída hacia quien se conduce con amor. La persona que es agradable cae simpática. Cuando alguien sigue la regla de oro —«haz con los demás como te gustaría que hicieran contigo»—, atrae a la gente como las flores a las abejas. Tarde o temprano, los demás responden de igual forma. Esa es una de las ventajas de conocer y amar a Jesús y de observar Su regla de oro.
S.S.
Ó
La verdadera felicidad no procede de la búsqueda personal de placeres y satisfacciones egoístas. Es fruto de encontrar a Dios y entregar a nuestros semejantes la vida que Él ofrece, a fin de hacerlos felices. Entonces la felicidad nos busca, nos encuentra y nos colma sin haberla procurado siquiera. Si buscas a alguien a quien hacer feliz, la felicidad te alcanzará a ti. Pon tanto empeño en hacer feliz a otra persona que no puedas menos que ser feliz tú mismo. Interésate realmente por los demás y demuéstrales amor abnegado. Te amarán más de lo que nunca han amado a nadie.
D.B.B.
Ó
Decálogo de las relaciones humanas:
1. Dialoga con las personas.
2. Sonríeles.
3. Llámalas por su nombre.
4. Muéstrate amistoso y servicial.
5. Sé cordial.
6. Interésate sinceramente en los demás.
7. Sé pródigo con los elogios y mesurado en las críticas.
8. Ten en cuenta los sentimientos ajenos.
9. Toma en consideración las opiniones ajenas.
10. Muéstrate predispuesto a servir.
Anónimo
Ó
Amémonos más los unos a los otros. Hagamos con los demás como queremos que hagan con nosotros. Dejemos que el amor del Señor resplandezca más a través de nosotros manifestando mayor benevolencia, comprensión, comunicación, generosidad, apoyo, compasión y cariño, y realizando actos que evidencien amor y sensibilidad hacia nuestros semejantes.
Dediquémosles tiempo, prestémosles oído y abrámosles nuestro corazón y nuestra vida. Seamos prestos para perdonar y olvidar. Hagamos lo posible por ser guardianes de nuestros hermanos. No nos neguemos esos gestos sencillos de cariño que comunican tan magníficamente el amor del Señor. Esforcémonos de todo corazón por dar buen ejemplo, brindar apoyo y consuelo a los demás y dar muestras del amor incondicional del Señor. No saquemos conclusiones precipitadas ni juzguemos injustamente; concedamos un margen de confianza a quienes batallan arduamente. Sobrellevemos los unos las cargas de los otros, y cumplamos así la ley de Cristo. Demos ejemplo del amor incondicional del Señor.
María David
Amor desinteresado
P
ara quien tiene amor, la felicidad ajena es más importante que la propia.
D.B.B.
Ó
«Él contaba con ello»
Se cuenta que durante la Primera Guerra Mundial dos hermanos se habían enrolado en el ejército y pidieron ser asignados a la misma unidad. Al poco tiempo los mandaron al frente. De tanto en tanto, uno de los dos bandos lanzaba una ofensiva con el objeto de romper las líneas enemigas. En una de tales ofensivas, el hermano menor cayó malherido en la peligrosa franja de tierra situada entre las trincheras de uno y otro bando.
Cuando el mayor, que estaba en la trinchera, vio el apuro en que se encontraba su hermano, comprendió instintivamente lo que debía hacer. Se desplazó por la trinchera, abriéndose paso entre los soldados, hasta llegar a su oficial superior.
—¡Tengo que rescatarlo! —le dijo.
El oficial le respondió:
—¡Imposible! ¡Lo matarán en cuanto asome la cabeza por la trinchera!
Pero el muchacho se zafó del oficial, que lo tenía sujeto, salió a gatas de la trinchera y se lanzó en busca de su hermano menor, desafiando el incesante fuego del enemigo. Allí lo encontró, moribundo. Al verlo llegar, el hermano le dijo en voz baja:
—¡Sabía que vendrías!
El mayor, que para entonces también había sido alcanzado por las balas, a duras penas consiguió arrastrar a su hermano de vuelta a las líneas aliadas, donde ambos cayeron agonizantes en la trinchera. El oficial le preguntó al hermano mayor:
—¿Por qué lo hizo? ¡Le advertí que morirían los dos!
Pero el hermano mayor respondió con una última sonrisa:
—Tenía que hacerlo. Él contaba con ello. No podía defraudarlo.
Narrado por D.B.B.
Ó
Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.
Jesús (Juan 15:13)
Ó
«En esto hemos conocido el amor [de Dios], en que Él puso Su vida por nosotros» (1 Juan 3:16). La verdadera medida de toda forma de amor consiste en cuánto se está dispuesto a poner, a aportar, a entregar? El amor verdadero siempre consiste en entregar la vida por los demás.
J.H. Jowett
Un noble desacuerdo
En 1857 se erigió en Weimar (Alemania) una estatua a dos de los más grandes escritores alemanes, que además eran amigos: Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) y Johann Christoph Friedrich von Schiller (1759-1805).
Mientras ambos aún vivían, la crítica y el público solían polemizar sobre cuál de los dos escribía mejor. Cuando a Goethe le decían: «Usted es el más grande de los que empuñan la pluma en Alemania», él se apresuraba a replicar: «¡Ah, pero no os olvidéis de Schiller!» Y cuando elogiaban a Schiller como el más grande poeta alemán, replicaba: «¿Y qué me decís de mi amigo Goethe?»
El autor de la estatua de Weimar retrató de forma genial el amor y admiración que se tenían el uno por el otro: Goethe tiene en la mano una corona de laurel que alza para colocar en la cabeza de Schiller. Pero este no la quiere. Considera que Goethe es más merecedor de ella; por lo tanto la rechaza, como diciendo: «No, es más apropiado que la lleves tú». Así los dos amigos expresan noblemente su desacuerdo al negarse a aceptar la corona, pues cada uno valoraba mucho el talento del otro.
Anónimo
Ó
El amor nunca razona, sino que da profusamente; lo entrega todo como un manirroto insensato, y luego tiembla pensando que no ha dado suficiente.
Hannah More
Ó
La prerrogativa del amor
El amor dona incesantemente,
perdona, jamás abandona.
Está siempre dispuesto
con los brazos abiertos.
Mientras vive
siempre es proclive
a dar. Es su prerrogativa:
dar mientras viva.
John Oxenham
Ó
Sustituir el amor propio con el amor a los demás es cambiar un insufrible tirano por un buen amigo.
Concepción Arenal
Ó
Al verdadero amor no se le conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece.
Jacinto Benavente
Ó
El verdadero amor, el amor ideal, el amor del alma, es el que sólo desea la felicidad de la persona amada, sin exigirle en pago nuestra felicidad.
Jacinto Benavente
Ó
El amor vive más de lo que da que de lo que recibe.
Concepción Arenal
Dios nos pide algo muy sencillo: que amemos
C
uando preguntaron a Jesús cuál era el mayor de los mandamientos, replicó: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22:37-39). Desde el punto de vista de Dios, el amor es la virtud suprema. Supera a todas las demás.
Dios no nos exige perfección; no nos pide que jamás cometamos un error ni que acometamos grandes empresas de las que se entere todo el mundo. Solo nos solicita que amemos al prójimo. Si estamos llenos de Su amor, naturalmente haremos y diremos cosas que lo complazcan a Él y que nos proporcionen felicidad a nosotros y a los demás. En cambio, si no amamos al prójimo, no podremos complacer a Dios por mucho que nos esforcemos ni por muchas buenas obras que hagamos. Lo más probable será que así tampoco hagamos feliz a nadie, ni siquiera a nosotros mismos.
Si te parece que no tienes esa capacidad de amar, pídesela a Dios. No hay oración a la que más le gustaría responder que esa.
S.S.
Ó
Todas vuestras cosas sean hechas con amor.
El apóstol Pablo (1 Corintios 16:14)
Ó
Donde reina el amor no hay necesidad de leyes.
Platón
¿Qué nos impide amar?
Shannon Shayler
Q
ueda fuera de toda duda que demostrar amor a los semejantes produce mucho bien. Sin embargo, siendo tanto el provecho que podemos sacar de ello, ¿por qué no lo hacemos con más asiduidad? ¿Qué nos impide muchas veces decir palabras amorosas u obrar con el debido amor? ¿A qué obedece esta incapacidad nuestra?
El orgullo
Uno de los principales escollos que se nos presentan es el orgullo. En el fondo todos tenemos un nervio sensible que procuramos evitar a toda costa que nos toquen. Muchas veces no manifestamos amor por miedo a que el asunto salga mal. Tememos toparnos con rechazo, lo cual nos lleva a preocuparnos demasiado de las opiniones ajenas. «Quizá pensarán que soy muy directo —razonamos—. Tal vez me considerarán insincero. O pensarán que tengo motivos egoístas. O se sentirán incómodos y obligados a corresponderme aunque no lo deseen».
¿Cómo podemos superar ese orgullo que entorpece el ejercicio del amor? Exactamente del mismo modo que se vence el miedo a los trampolines: ¡zambulléndonos!
Ó
El amor vence el orgullo. Quien obra con amor desestima el qué dirán y ama de todos modos.
D.B.B.
Ó
La persona realmente humilde es también una persona amorosa, y viceversa, pues el amor y la humildad son inseparables. No se puede demostrar amor verdadero sin ser humilde, y tampoco se puede obrar con auténtica humildad sin una gran dosis de amor. Para ser cariñoso y aceptar muestras de cariño hay que tener humildad.
Lo mismo se puede decir de nuestra relación con Dios. Hay que ser humilde para aceptar que Dios nos ama y que por amor Jesús murió por nosotros. El amor contribuye a la humildad.
D.B.B.
La timidez
He aquí otro obstáculo. En realidad, tiene mucho que ver una vez más con el orgullo. Muchos se privan de amar y ser amados por simple timidez, la cual les impide dar el primer paso. Se parecen a los personajes de la triste fábula que reproducimos a continuación:
Había una vez una niña que se pasaba los días junto a una laguna observando a un sapo que vivía en un nenúfar. La niña sabía que aquel animalito podía ser un príncipe. Y el sapo —que en efecto era un príncipe— sabía que si ella le besaba la nariz rompería el sortilegio que le había impuesto una bruja perversa. Lamentablemente, la niña que estaba en la orilla de la laguna era muy tímida para entablar conversación con el sapo; y éste tampoco se atrevía a decirle cuánto anhelaba que le besara la nariz. Así las cosas, la niña siguió sentada contemplando el sapo. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
¡Cuánto mejor es aventurarse!
El ajetreo
Si uno pudiera observar a personas de todos los estratos sociales durante un día y tomar nota de cada oportunidad perdida de manifestar un poco de amor, y luego les preguntara por qué no lo hicieron, la mayoría probablemente respondería que estaban demasiado atareadas. Las últimas generaciones han visto un incremento muy señalado en el ritmo de vida. Casi todo el mundo vive presionado, desviviéndose por progresar, por no perder la delantera o por alcanzar a los demás, en muchos casos a expensas de las cosas que más importan en la vida. Un sondeo tras otro demuestra que, más que los bienes materiales, la gente valora el cariño, el apoyo, la motivación y la satisfacción que deriva de su familia y sus amigos. Sin embargo, las mismas encuestas indican que esa misma gente se queja de que no tiene tiempo para dedicarse a su familia y amigos.
La solución es sencilla, aunque no siempre fácil de llevar a la práctica: si algo es prioritario hay que darle la importancia debida. Recuérdate cada mañana y a lo largo del día que debes dar mayor prioridad a las personas que a las ganancias materiales o al trabajo. Procura que cada encuentro que tengas con una persona sea positivo. Normalmente bastará con una sonrisa o unas palabras de elogio o de aliento. Y por lo general no interferirá con lo que estés haciendo ni mermará tu rendimiento. Es más, probablemente te hará más llevadero el trabajo y te ocasionará menos estrés. En poco tiempo verás que los demás se alegran cuando te ven llegar, y esas sonrisas, elogios y palabras afectuosas te serán correspondidos. Y lo que es más importante, tendrás la satisfacción de haberle aliviado el trabajo o alegrado la vida a alguien. ¡Todo un logro!
Ó
Si estás demasiado ocupado para amar a quienes te rodean, ¡estás más ocupado que el propio Dios!
D.B.B.
El egoísmo
Si aprendiéramos a ver a las personas y las situaciones como las ve Dios y actuáramos en consecuencia, el mundo sería muy diferente. Casi todo el mundo ha oído la máxima bíblica según la cual es más bienaventurado dar que recibir. La mayoría considera legítimo el principio; pero como suele decirse, del dicho al hecho hay mucho trecho.
Dios jamás nos pedirá que hagamos algo que, aun contando con Su ayuda, supera nuestras posibilidades. Conviene que tengamos eso presente. Él no nos pediría que manifestáramos amor desinteresado de no estar con nosotros para ayudarnos a hacerlo. Ahí es donde entra en juego la fe. Si realmente creemos lo que nos dice, actuaremos en consecuencia, aunque se oponga a nuestro razonamiento natural o a la forma en que se conduce el mundo que nos rodea. Y al hacerlo cosecharemos las innumerables recompensas que Dios tiene reservadas a quienes aman con abnegación. Aunque no cobremos los beneficios enseguida o éstos no sean precisamente monetarios, no nos arrepentiremos. Tarde o temprano Dios nos devolverá con creces lo invertido. Aun los actos que identificamos como sacrificios no lo son en realidad: representan inversiones que algún día nos reportarán grandes beneficios.
Ó
Una mañana fui a visitar a dos mujeres que estaban en el mismo hospital de Miami. La habitación de Marie Smith estaba llena de flores, tarjetas y regalitos. A Marie le habían llovido las expresiones de bondad. Aquel cuarto era un reflejo de su vida, pues a lo largo de los años había sembrado amor y ternura en los demás, y estos se los retribuyeron en su momento de necesidad.
En la otra habitación se encontraba una mujer sola. Sus rasgos faciales denotaban resentimiento y desconfianza. Su egoísmo y sus continuos juicios negativos sobre los demás le habían arruinado la vida. Estaba tendida de cara a la pared. Había construido en torno a sí un muro de antipatía, frialdad, dureza de corazón y egoísmo, y esperaba la muerte ahí encerrada.
¡Qué dispar era el clima imperante en aquellas dos habitaciones!
Virginia Brandt Berg
Ó
La excesiva familiaridad
Cuando unos novios se hacen la promesa de permanecer juntos a las duras y a las maduras, en el mágico momento de ensueño en que contraen matrimonio se imaginan una vida en común que irá de bien en mejor. Los padres miran profundamente a los ojos de su primer hijo recién nacido y juran que jamás le harán daño ni lo decepcionarán. Dos niños se prometen mutuamente ser siempre los mejores amigos. Los médicos, enfermeras, docentes, asistentes sociales, misioneros y otras personas dedican la vida a servir al prójimo. Esos compromisos se labran a base de amor —ese prodigioso aglutinante que une familias, amigos y toda cosa buena—. ¿Cómo explicar, pues, las riñas matrimoniales? ¿Qué hace que los padres regañen machaconamente a sus hijos, los denigren y pierdan la paciencia con ellos? ¿Por qué se enfrían las amistades? ¿Qué hace que merme la inspiración para servir desinteresadamente?
En muchos casos se debe a la excesiva familiaridad. Con el paso del tiempo llegamos a acostumbrarnos tanto a los seres a quienes más queremos que dejamos de valorarlos y tratarlos como debiéramos. El ajetreo y las vicisitudes de la vida cotidiana tienen un efecto erosionante. Así, el lustre de aquellas relaciones que una vez tuvimos por sublimes se va perdiendo. Al vernos continuamente la cara empezamos a percibir defectos e imperfecciones. Lo habitual y corriente se convierte en rutinario y tedioso. Las bendiciones que apreciábamos comienzan a pesarnos.
¿Te ha pasado algo semejante? En ese caso, es hora de revertir la tendencia. Demandará un esfuerzo de tu parte y puede que no resulte fácil, sobre todo si ese exceso de confianza en el trato es ya una costumbre arraigada, pero es posible. Aprecia más lo que tienes. Considérate afortunado. Repasa las diversas características de la otra persona que te atrajeron a ella cuando la conociste. Luego ponte en su lugar y hazte la misma pregunta. La forma más rápida y segura de devolver el brillo a una relación opacada es lustrar tu mitad. Empéñate en convertirte en la persona que te propusiste ser en un comienzo, y seguro que la otra hará lo propio sin que se lo señales directamente.
Recuerda que Dios es perito en reconstruir relaciones. «Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17). Esa promesa no solo es válida para la salvación; se aplica igualmente a la vida cotidiana. Si le pedimos que comience por nosotros, Dios revitalizará y renovará cualquier relación.
Ó
Dos adultos mayores llevaban ya muchos años de matrimonio, tantos que los dos eran capaces de adivinar en cualquier momento lo que pensaba el otro. Al menos ese fue el argumento con que explicaron por qué habían dejado de hablarse. Una noche, mientras contemplaban un hermoso atardecer a la puerta de su casa, la vista los emocionó, pero ninguno de los dos emitió palabra. El marido pensó después: «¡Qué espectáculo tan conmovedor! ¡Casi, casi le digo a Margarita cuánto la quiero!» No debemos permitir que la familiaridad nos impida expresar a nuestros seres queridos cuánto significan para nosotros.
Anónimo
El resentimiento
El resentimiento y el rencor son capaces de levantar muros entre las personas con más rapidez que ninguna otra cosa. Lo peor es que generalmente empiezan por desacuerdos de poca monta. Alguien hace algo que nos ofende o nos duele, y le guardamos rencor. Con ello colocamos el primer ladrillo. Si la persona lo vuelve a hacer, apilamos el segundo. Una vez que sabemos qué esperar de ella, las ofensas —y los ladrillos— se amontonan rápidamente. En poco tiempo, el solo hecho de pensar en esa persona ya justifica acomodar otro ladrillo. Llega un momento en que ya no podemos ni verla. El muro que hemos levantado nos lo impide.
Una de las peores características del resentimiento es que se justifica a sí mismo. Decimos: «Ya sé que no soy perfecto y que en parte es culpa mía, ¡pero lo que él me hizo es mucho peor!» Sin embargo, cuando albergamos resentimiento, quienes salen perdiendo en realidad somos nosotros mismos. El rencor no solo nos aparta de la persona con la que estamos airados, sino que la naturaleza destructiva del mismo es tal que no puede circunscribirse a la relación entre las dos personas afectadas. Esos sentimientos negativos se filtran a otras relaciones. Levantamos muros en otros flancos y nos aislamos en nuestra desdicha.
Hay que emplear la bola de demolición: el perdón.
Si no encuentras fuerzas dentro de ti para hacerlo, sigue los siguientes pasos:
1. Haz una lista de todas las cualidades buenas y puntos fuertes de la persona a quien guardas rencor.
2. Vuelve al comienzo y procura entender por qué esa persona te agravió. ¿Se proponía hacerte daño? De haber estado tú en su lugar, ¿habrías actuado de otro modo?
3. Reconoce que el resentimiento que abrigas constituye una falta tan grave como el acto que te ofendió. Luego, pide a Dios que te perdone, te libre del rencor y vuelva a suscitar en ti sentimientos positivos hacia la persona en cuestión. No podemos librarnos del rencor a fuerza de voluntad, ni podemos realmente hacer nacer en nosotros el amor por los demás. Necesitamos la intervención de Dios.
Ahora haz uso de la bola de demolición.
Ó
En cierta oportunidad una mujer enumeró al juez a quien solicitaba el divorcio todas las faltas de su marido. Adujo que no podía vivir con aquel hombre ni un día más. Y prosiguió con su diatriba.
Finalmente hizo una pausa para recuperar el aliento, y el juez le preguntó:
—¿Por qué se casó con él? Tuvo que haber alguna característica de él que la atrajo. ¿Cuál fue?
—Pues… —respondió la mujer— tenía buen carácter, era muy trabajador y sabía ganarse la vida. Además, era cariñoso con los niños y muy fiel.
—¿Y todavía es así? —inquirió el magistrado.
—Pues, sí —replicó la mujer enfurruñada antes de volver a la carga con sus numerosas quejas—. Pero… ¡es terrible! Deja la ropa tirada en el suelo. Nunca guarda nada. Siempre llega tarde a cenar. Le cuesta levantarse a la mañana. Se hurga la nariz en público. Se queja si le quemo las tostadas...
Eran todas faltas de menor cuantía.
—Veamos —dijo el juez—. Esta es mi resolución preliminar: Vuelva a casa, procure pensar en las cualidades que la llevaron a enamorarse de él y evite pensar en las faltas que la molestan. Si al cabo de treinta días todavía quiere divorciarse, regrese.
El juez nunca volvió a verla.
Adaptación de una anécdota de D.B.B.
¡Adiós a la soledad!
T
odo era perfecto para Adán en el paraíso terrenal, todo menos... No acertaba a describir qué le faltaba. Desde luego no tenía queja alguna. Con gran amor Dios había provisto de todo para él en aquel hermoso edén. Era un lugar de ensueño en todo sentido, menos... En el fondo Adán sentía un vacío extraño.
Dios permitió que lo incomodara ese sentimiento para que tuviera conciencia de que ni aun en ese entorno maravilloso llegaría a ser totalmente feliz hasta no encontrar un alma gemela con quien compartirlo. Por tanto, Dios resolvió: «No es bueno que el hombre esté solo. Haré, pues, un ser semejante a él para que lo ayude» (Génesis 2:18, Edición Pastoral). Y poco después le concedió a Eva.
Hoy en día hay millones de adanes y evas; sin embargo, en el mundo reina muchas veces la soledad. Alguien describió la vida en las grandes urbes con estas palabras: «Millones de personas que juntas viven solas». Por contradictorio que parezca, es cierto. El simple hecho de estar rodeado de infinidad de personas no necesariamente constituye el remedio para la soledad. Ésta es fruto de la indiferencia entre los seres humanos, no sólo del aislamiento físico entre unos y otros. Además, nosotros mismos nos la buscamos. Levantamos muros a nuestro alrededor y luego nos quejamos de que nos invade la soledad. Construimos murallas en vez de puentes.
¿Cuál es, pues, el remedio para la soledad? Se resume en las siguientes palabras: «Amar al prójimo nos aporta felicidad; amarnos a nosotros mismos, soledad». Considera la siguiente anécdota:
Cierta mujer vivía embargada por la soledad. Siempre andaba en busca de nuevos amores, pero nunca encontraba uno que la complaciera del todo, que perdurara o que aliviara su soledad. ¿Cuál era el motivo? Que andaba afanada por obtener amor; procuraba ser el objeto del amor de alguien, ser amada. Un día le sugirieron que tal vez su enfoque era erróneo; que debía aprender a entregar amor desinteresadamente por el bien y la felicidad ajena. En todos aquellos años de búsqueda nunca se le había ocurrido ese cambio de perspectiva. Lo intentó, y no tardó en descubrir lo que siempre había buscado: amor de verdad.
Adaptación de un texto de D.B.B.
Ó
Cualquiera puede encontrar amor si brinda amor. Manifestando amor verdadero a los demás no nos resultará difícil ganar amigos. Si nos interesamos sinceramente por los demás y les brindamos afecto, harán lo propio con nosotros. El amor engendra amor. Si sembramos amor, cosecharemos amor. Si sembramos amistad, amistad cosecharemos (Gálatas 6:7). Es recíproco.
A tu alrededor hay mucha gente solitaria que ansía ser amada tanto como tú. Probablemente esas personas están a la espera de que tomes la iniciativa y les demuestres amor. Intenta hacer feliz a alguien, y descubrirás todo un mundo nuevo con el que jamás soñaste siquiera.
Si entregas amor, recibirás amor. Ese es el criterio Divino. Dios te hará feliz si te empeñas en hacer felices a los demás. ¡Es así de sencillo!
D.B.B.
Un amor mayor que el nuestro
«
Amad a vuestros enemigos —nos dice Jesús—, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los Cielos, que hace salir Su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los Cielos es perfecto» (Mateo 5:44-48).
Me dirás que es más fácil decirlo que hacerlo. Ni siquiera estás seguro de que quieras amar a quienes te han ofendido o perjudicado. Al fin y al cabo, no se lo merecen. Preferirías con mucho guardar las distancias con el gruñón de tu jefe o con esa persona de quien eras amigo hasta que te ofendió, o con el compañero de trabajo que habló mal de ti a tus espaldas.
Una de las grandes maravillas del amor de Dios es que posee la virtud de vencer nuestros prejuicios y aquellas reacciones negativas tan características de la naturaleza humana. Si bien a Dios no le agraden ciertos actos que realizamos a veces, o la forma en que los hacemos, aun así nos ama. ¿No es esa la actitud que tiene para con nosotros? Nunca deja de amarnos a pesar de nuestras faltas e imperfecciones y de lo que hagamos o dejemos de hacer. Nunca nos da por imposibles, por mucho que nos descarriemos.
Esa es la clase de amor que quiere que manifestemos a los demás. Y nos basta con pedírselo. «El amor cubrirá multitud de pecados» (1 Pedro 4:8). Dios te concederá la gracia y el amor para perdonar a los demás en la medida en que se lo pidas.
S.S.
Ó
El que no es capaz de perdonar destruye el puente por el que él mismo debe pasar; pues todo hombre tiene necesidad de ser perdonado.
Anónimo
Ó
Perdón es una palabra que no es nada, pero que lleva dentro semillas de milagros.
Alejandro Casona
Ó
¿De dónde sacaremos el amor para tornar amable a nuestro enemigo? Del propio Gran Amante. «Amamos porque Él nos amó primero» (1 Juan 4:19). Con Su amor, nuestro Gran Amante nos inspirará a amar, y así nosotros también nos convertiremos en fuentes de amor.
J.H. Jowett
Perdón es la palabra. Del primero
que sabe perdonar es la victoria.
Del odio y rencores en la negra noria
caber no puede triunfo verdadero.
Manuel Machado
Ó
Más que un ejército hiriendo vence un héroe perdonando.
Calderón de la Barca
Ó
La mayor venganza del que es sabio
es olvidar la causa del agravio.
Lope de Vega
Ó
El amor cubrirá todas las faltas.
El rey Salomón (Proverbios 10:12)
Ó
Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
El apóstol Pablo (Efesios 4:32)
Ó
El amor es un acto de perdón infinito, una mirada de ternura hecha hábito.
Peter Ustinov
La fuente del verdadero amor
D
ios nos creó con la necesidad de amar y ser amados. Él y solo Él puede satisfacer el más profundo anhelo del alma humana: llegar a sentirse totalmente amada y comprendida. Las cosas terrenales satisfarán el cuerpo, pero solo Dios y Su amor eterno pueden llenar el vacío espiritual que tenemos en el corazón y que Él creó exclusivamente para Sí. El espíritu humano nunca podrá sentirse satisfecho del todo con nada que no sea la unión plena con el gran Espíritu de amor que lo creó.
«Dios es amor» (1 Juan 4:8). Es el mismísimo Espíritu del amor, del verdadero amor, un amor inmortal de un Amante que nunca nos abandona, el mayor de los amantes, Dios mismo. Se lo ve reflejado en Su Hijo Jesús, que vino, vivió y murió por amor, a fin de que pudiéramos vivir y amar para siempre. «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16).
D.B.B.
Cuando llegamos a conocer a Jesús y aceptamos que es nuestro Salvador, hacemos contacto directo y personal con el Creador, con el origen del amor: Dios mismo. Se abren ante nosotros nuevos mundos de amor. Nuestra percepción del amor en sus múltiples facetas se vuelve más profunda y cabal. Sin embargo, entraña mucho más que eso: hace posible que experimentemos el amor sobrenatural de Dios, el cual sobrepasa con creces todo amor terrenal.
Para aceptar el amor de Dios manifestado por medio de Jesús, no tienes más que abrir el corazón y pedirle que entre a formar parte de ti. Jesús prometió: «He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo» (Apocalipsis 3:20). Él aguarda mansa y humildemente a la puerta de tu corazón. No se impone ni trata de abrirla a empujones: simplemente espera a que lo invites a pasar. Si aún no lo has hecho, puedes probarlo ahora mismo con una sencilla oración como la siguiente:
Jesús, creo sinceramente que eres el Hijo de Dios y que moriste por mí. Necesito que Tu amor me purifique de mis malas acciones. Te abro el corazón y te pido que entres en mí. Lléname de Tu amor hasta rebosar. Amén.
Una vez que hayas hecho esa plegaria, tu vida se transformará. Nacerás a un mundo de amor enteramente nuevo con el que probablemente ni habías soñado. Jesús es capaz de darte toda una vida de amor. Te brindará todo el amor que necesites para vivir la vida a plenitud y salir airoso de toda situación difícil. Pero no puede dártelo todo de una vez. Él y Su amor están siempre a tu alcance, pero es preciso que de cuando en cuando vuelvas a acudir a Él para obtener dosis mayores. Debes dejar que te llene a diario, a veces incluso hora tras hora o momento a momento.
En la medida en que dediques tiempo a rezar, leer Su Palabra y escuchar Su voz en tu interior, Él te impartirá Su amor. Con el tiempo ese amor llegará a ser parte de ti. Poco a poco te irás pareciendo más a Él. Serás una persona más amorosa; Su amor brotará de ti para derramarse sobre los demás. Conforme progreses y madures en Su amor, Su Espíritu dentro de ti te capacitará para hacer lo humanamente imposible: amar a Dios con todo tu corazón y a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 22:37-39).
S.S.
Ó
El amor que Él abriga por ti es incondicional, por muy débil o descorazonado que te sientas o muy defraudado que estés contigo mismo o con los demás. Dios te ama igual. Su gran amor —que es incondicional, sublime y perfecto— no disminuye en razón de las circunstancias, sean cuales sean. Él no deja de derramarlo. Lo entrega sin medida, sin límite.
Su amor se vierte siempre a raudales, inconteniblemente, en toda su plenitud. Lo mejor de todo es que nosotros podemos experimentarlo y dejar que se manifieste en nuestra vida en la medida en que lo deseemos, conforme a nuestra obediencia y sumisión al Señor. Él siempre está buscando nuevas formas de demostrarnos amor; basta con que se lo permitamos, con que abramos una vía para ello. Cuando mantenemos una relación estrecha con Él y hacemos lo que Él quiere, le damos la posibilidad de verter Su amor sobre nosotros.
María David
Ó
Si la gente entendiera la magnitud del amor del Señor —lo verdaderamente incondicional que es, lo vasto, profundo y amplio que es, lo infinito que es—, se desharía de muchos de sus problemas. Se liberaría de muchos temores, preocupaciones y remordimientos. Si lograra entender eso, sabría que a la larga todo se va a solucionar, que Él hará que todo redunde en bien, pues Él dispone de hasta el detalle más mínimo, y la mano con que dirige y modela nuestra vida obra con perfecto amor.
D.B.B.
Ó
La vida en el amor del Señor
El amor es como un río. Hay días en que fluye caudalosamente, pues hay mucho. En otros, corre como un hilo, y se lo ve golpeando contra rocas que no alcanzamos a divisar. Pero aun cuando el amor merma y pierde su caudal hasta casi secarse sobre el lecho cenagoso, ha de venir más.
Nos viene el recuerdo de cómo amó Jesús, cómo perdonó, como tendió los brazos en señal de acogida. Al recurrir a Él como fuente del amor, podemos reabastecer el cauce. La vida cobra una nueva dimensión en Jesucristo. Él es la autoridad en materia de amor. Jesús ama cuando resulta difícil hacerlo, cuando Su amor es rechazado, cuando tiene escaso sentido. Ama cuando los demás se dan por vencidos. Ama a los desdeñosos, a los fríos, a los indignos.
Cuando el amor da muestras de haberse secado, tendemos los brazos hacia Jesús y reaprendemos lo que es amar.
Anónimo
Embajadores del amor
D
ios se propone mostrar al mundo cómo es Él,y para ello debe valerse de nosotros . Jesús dijo: «Como me envió el Padre, así también Yo os envío» (Juan 20:21). Jesús vino a amar al mundo y nos llama a nosotros a hacer lo propio en cada faceta de nuestra vida, por todos los medios de que podamos echar mano. Nos insta a que manifestemos a los demás el amor de Dios. La única forma de que nuestros semejantes descubran el gozo, la paz, el amor, la felicidad y el Cielo que ofrece Dios es por intermedio de nosotros. Sea cual sea nuestro lugar de origen, si tenemos a Jesús, somos Sus embajadores y representamos al Rey de reyes, que rige los destinos del universo.
¿Cuál fue el último mensaje que dio Jesús a Sus discípulos antes de ser detenido, encarcelado, azotado y muerto? «En esto conocerán todos que sois Mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan 13:35). Habló del amor. Dijo que el amor era preeminente.
¿No habría bastado con que ellos anunciaran el amor de Jesús? ¿No podía haberles dicho el Señor: «En esto conocerán todos que sois Mis discípulos, si predicáis Mi mensaje»? Es evidente que no. No basta con hablar del amor. Mandó a Sus discípulos que manifestaran amor. Era preciso que lo vivieran. Él sabía que no había forma de invalidar un ejemplo de esa naturaleza.
En consecuencia, aquellos primeros cristianos pusieron el mundo patas arriba con el amor de Dios. Su modus vivendi convenció a los demás de que su fe estaba basada en algo real. «¡Miren cómo se aman estos cristianos!» Hasta sus perseguidores romanos se maravillaban y preguntaban: «¿Quién es este Cristo y cómo es que los hace tan felices? Aunque ustedes no tienen nada, ¡lo tienen todo! ¿Cómo puedo hallar yo esa misma felicidad?» Tal fue el efecto que tuvieron que al cabo de doscientos años una de cada cinco personas profesaba la fe cristiana.
Que a nosotros también se nos conozca por el amor.
D.B.B.
Ó
Nuestro principal propósito en la vida es, como dijo Lutero, «amar a Dios y disfrutar de Él para siempre». Y yo añadiría: contribuir a que otras personas disfruten de la vida llevándolas a encontrar y experimentar también el amor de Dios.
D.B.B.
Ó
Un poquito de amor rinde mucho, muchísimo más de lo que nos podríamos imaginar.
D.B.B.
Ó
El amor es la cédula de identidad del cristiano.
Anónimo
Ó
Yo procuro dar por amor a los pobres lo que los ricos obtienen con dinero. No tocaría a un leproso ni por un millón de libras esterlinas; sin embargo, motivada por el amor de Dios, lo curaré gustosa.
Madre Teresa
Ó
Embajador del Sublime
En Los miserables, Víctor Hugo cuenta la historia de Jean Valjean, cuyo único delito había sido robar una barra de pan para dar de comer a los hijos de su hermana, que se morían de hambre. Tras diecinueve años de cárcel, fue puesto en libertad. No encontraba trabajo por haber sido presidiario, pero llegó a la casa de un anciano obispo compasivo, que le ofreció cena y alojamiento por una noche.
Desesperado ante las escasas perspectivas de un futuro mejor, cedió a la tentación y, tras robar la vajilla de plata del obispo, se escabulló en mitad de la noche. Al poco tiempo lo detuvieron y lo llevaron ante el obispo. El buen prelado sabía la suerte que correría aquel hombre si lo volvían a condenar por robo. Ello lo motivó a responder a los agentes de la ley: «¡Pero si yo se la regalé! Además, Jean, se te olvidó llevarte los candelabros». Jean se quedó pasmado ante semejante bondad. A partir de aquel momento su vida no fue la misma.
Anónimo
Ó
Muchísimas personas viven permanentemente buscando amor y, sin embargo, en muy escasas ocasiones, por no decir ninguna, lo encuentran. Por todos lados la gente busca un rayo de esperanza, de salvación, alguna luz, una migaja de amor, de misericordia, un lugar donde hallar algo de alivio. Los que hemos hallado a Dios y Su amor tenemos lo que los demás han buscado toda la vida y necesitan con gran urgencia. Si podemos demostrarles que el amor existe, podrán creer que Dios existe, porque «Dios es amor» (1 Juan 4:8).
Aun los pequeños detalles significan mucho. La luz de nuestra sonrisa, la expresión de bondad de nuestro rostro y la influencia que ejercemos con nuestra vida son capaces de iluminar a muchos y pueden tener un efecto asombroso en las personas más insospechados. Cuando perciben nuestro amor y les decimos que se trata del amor de Dios, ello las lleva a pensar que quizás es cierto que haya Alguien que las ama. Puede modificar todo su enfoque de la vida y ayudarlas a comenzar de nuevo.
D.B.B.
Introducción.............................................................
El amor es….............................................................
Palabras de amor....................................................
Actos de amor..........................................................
Quien te ama, te elogia.........................................
Muestras de afecto.................................................
La cara lo dice.......................................................
Esos detalles..........................................................
El prójimo...............................................................
Compasión y empatía............................................
Fuerza creadora.....................................................
El amor nunca falla................................................
El amor engendra amor.........................................
Amor comunicativo................................................
Amor desinteresado...............................................
Dios nos pide algo muy sencillo: que amemos......
¿Qué nos impide amar?.........................................
¡Adiós a la soledad!................................................
Un amor mayor que el nuestro...............................
La fuente del verdadero amor...............................
Embajadores del amor...........................................
Personajes citados en esta obra............................
Introducción
L
lamado el más dulce de los misterios de la vida, el amor puede ser etéreo o terrenal, volcánico y apa-sionado o tierno y silencioso. De valor incalculable y a la vez gratuito, constituye paradójicamente una experiencia universal y al mismo tiempo sumamente individual. Ese sentimiento indescifrable, mágico, sublime que llamamos amor se asemeja a una piedra preciosa cuyas múltiples caras o facetas revelan su belleza. Cada una de esas caras es singular y a la vez parte integral del todo.
El amor se ve retratado en la indescriptible adoración mutua que irradia del rostro de una madre y su hijo; en el rostro de unos padres que estrechan entre sus brazos a un hijo pródigo que retorna al hogar; en la expresión de unos enamorados que se pierden el uno en las miradas y en los sueños del otro; en la cara de quienes atienden voluntariamente a los afligidos, los desvalidos y los indigentes; en el rostro de extraños y amigos, de cualquiera que se tome la molestia de ser amable y considerado; en el semblante del creyente moribundo que alza la mirada hacia el Cielo en busca de vida nueva y gozo inefable.
Es precisamente en las muchas caras del amor donde descubrimos la imagen de Dios, el cual es ni más ni menos que amor. Cada vez que presenciamos una manifestación de amor, alcanzamos a ver un poco más del Creador. Claro que en estas pocas páginas no pretendemos tratar a fondo un tema de semejante envergadura. Nuestra intención es solo apuntar hacia la fuente del amor, Dios mismo, que da a todos gratuitamente, sin parcialidad y sin fin.
El amor es…
E
l amor es creer y es confiar; es ayudar y animar; es sincerarse; es compartir; es sentir y brindar contacto físico, es orar por los demás, interesarse por ellos. El amor es generosidad, es comunicación, es una emoción. Es apasionado, vibrante y cálido. El amor va siempre de menos a más.
El amor constituye la mayor de las necesidades del hombre y es, por ende, el mayor servicio que puede rendírsele. El amor es espiritual, pero se manifiesta físicamente. Cobra vida cuando uno lo pone en acción y lo traduce en actos considerados. El amor es constante, no sabe de horas ni de días. Siempre halla soluciones y se da por entero. El amor, en su vertiente desinteresada, es infrecuente. No tiene precio, y constituye su propia recompensa.
El amor no hace daño a nadie. Prefiere la felicidad ajena a la propia. Se sacrifica para ayudar al prójimo. El amor es valeroso, supone abnegación total. El amor nunca se pierde; tarde o temprano, siempre surte efecto. El amor es para siempre.
D.B.B.
Ó
El amor no tiene edad. Nace una y otra vez.
Blaise Pascal
Ó
El amor es un juego para dos en el que ambos ganan.
Eva Gabor
Ó
El amor es una fruta que en todo momento está en sazón y al alcance de cualquier mano.
Madre Teresa
Ó
El amor es la imagen de Dios. No una imagen inerte, sino la esencia viva de la naturaleza divina, que irradia la plenitud de la bondad.
Martín Lutero
Palabras de amor
A
un el más fino de los vinos no puede apreciarse mientras no se abra la botella. Lo mismo sucede con el amor. Destápalo. Traduce tu amor en palabras.
La frase más importante que se puede aprender a decir es: «Te quiero». No des por sentado que una persona sabe que la amas. Dile lo singular que es para ti. Exprésale cuánto la necesitas. Hazle saber cuánto disfrutas de su compañía. Manifiéstale lo feliz que te hace. Y repítelo tantas veces como sea necesario para que no lo olvide.
S.S.
Ó
El amor es como el fuego: Si no se propaga, se apaga.
Giovanni Papini
Para empezar
Si te cuesta expresar verbalmente el amor que sientes por otras personas, inténtalo con alguna de las breves frases que reproducimos a continuación. Si las dices con sinceridad, resonarán en el corazón del oyente como una dulce música.
Te quiero.
Te necesito.
Eres maravilloso/a.
¿Qué sería de mí sin ti?
Me alegras la vida.
Creo en ti.
Confío en ti.
Te admiro.
Estoy orgulloso/a de ti.
Te apoyo incondicionalmente.
¡Qué bien lo paso contigo!
Disfruto de tu compañía.
Eres un/a gran amigo/a.
Siempre estás a mi lado cuando te necesito.
Doy gracias a Dios por ti.
Me encanta tu amor.
Gracias por ser como eres.
Gracias por preocuparte por mí.
Eres muy importante para mí.
Me haces sentirme amado/a.
Me haces increíblemente feliz.
Contigo todo cobra un valor especial.
Me encantaría ser más como tú.
S.S.
Ó
En cierta ocasión, el abogado y diplomático norteamericano Joseph Choate (1832–1917) rindió a su esposa el mayor de los homenajes. Al preguntársele quién le gustaría ser si pudiera reencarnarse en otra existencia terrena, su respuesta no se hizo esperar: «El segundo marido de la Sra. Choate».
Anónimo
Ó
La gotita de lluvia
Una gotita de lluvia, suspendida aún,
se puede creer insustancial.
Pero en alguna parte una pequeña flor
aguarda sedienta su caída.
Una palabrita no pronunciada aún
puede parecernos trivial.
Pero en alguna parte un triste corazón
quizá con ardiente deseo la pida.
Helen T. Allison
Actos de amor
R
ara vez puede expresarse el amor sin una manifestación tangible, sin que se traduzca en algún acto. La necesidad de amor verdadero es netamente espiritual, pero debe materializarse.
A las personas no les basta con que les hablen del amor verdadero; tienen que verlo. Más enseñan buenas acciones que buenos sermones. Hay que predicarles con el ejemplo. Como rezan algunos refranes: «Obras son amores, que no buenas razones» y: «Bien predica fray Ejemplo, sin alborotar el templo».
Es propio de la naturaleza humana confundir en ocasiones lo que decimos; mas cuando lo llevamos a la práctica, no hay confusión posible.
D.B.B.
Ó
Instintivamente, no hay hombre que no perciba que todos los sentimientos hermosos del mundo pesan menos que un solo acto de amor.
James Russell Lowell
Existe en este mundo una luz, un espíritu sanador capaz de vencer toda fuerza tenebrosa que se nos cruce en el camino. A veces, cuando estamos en presencia del sufrimiento y del dolor, perdemos de vista ese espíritu. Pero de repente se hace manifiesto a través de personas comunes y corrientes que atienden al llamamiento y responden de modo extraordinario.
Madre Teresa
Ó
Donde hay otro ser humano, se presenta la oportunidad de manifestar amor.
Anónimo
Ó
La amabilidad como catalizador
Sucedió que un presidiario de Darlington (Inglaterra) acababa de recuperar su libertad, cuando se cruzó por la calle con el alcalde John Morel. El hombre, que había pasado tres largos años en la cárcel por malversación de fondos, esperaba sufrir un fuerte ostracismo social de parte de la gente de su pueblo.
—¿Qué tal? —lo saludó el alcalde alegremente—. ¡Qué gusto verlo! ¿Cómo le va?
El hombre se sintió un poco incómodo, y la conversación terminó con un silencio embarazoso.
Años más tarde, el alcalde Morel y el ex presidiario —ya para entonces un ciudadano probo y productivo— volvieron a encontrarse por casualidad en otro pueblo. Este último le dijo:
—Gracias por lo que hizo por mí cuando salí de la cárcel.
—¿Qué hice? —preguntó el alcalde.
—Me habló con amabilidad, y eso transformó mi vida —repuso el otro agradecido.
Anónimo
Ó
Un empujoncito
Un empujoncito cuando el camino es penoso
puede ayudarnos a remontar la cuesta.
Una oracioncita en un día gris
puede tornar nuestra amargura en fiesta.
Una alzadita cuando la carga es gravosa
puede ser la fuerza que nos saque adelante.
Un jaloncito cuando la voluntad flaquea
puede actuar como un estimulante.
Un apretoncito de una mano amiga
puede sacarnos de un feroz apremio.
Una palabrita envuelta en ternura
puede salvarnos de un desesperante infierno.
Una sonrisita cuando estamos tristes
puede brillar como un rayo de alegría.
Una frase cariñosa puede animarnos
cuando pareciera que nos vence la agonía.
Un cachito de amor puede señalar la ruta
a una pobre alma que anda extraviada.
Una lagrimita y un «Dios te bendiga»
pueden iluminar una cara angustiada.
Un obrita de amor que un cristiano realice
puede dar arrestos a un hombre cansino.
Un impulsito cuando la batalla arrecia
puede ayudarnos a llegar a destino.
Walter Isenhour
Ó
No espero pasar por este mundo más de una vez. Por lo tanto, si puedo hacer algún bien, si puedo tener alguna gentileza con uno de mis semejantes, más vale que sea ahora, y que no lo postergue ni lo relegue; pues no volveré a pasar por aquí.
Étienne de Grellet
Ó
El amor verdadero hace milagros, porque él mismo es ya el mayor milagro.
Amado Nervo
Quien te ama, te elogia
T
odo el mundo tiene sus buenas cualidades. Hay características concretas de los demás por las cuales podemos elogiarlos con prodigalidad. Si no descubrimos una enseguida, conviene mirar más detenidamente. Pide a Dios que te muestre las cualidades positivas con que ha dotado a cada persona, pues Él ve en todas ellas rasgos dignos de elogio y capaces de despertar el amor de los demás. Cuanto más difícil te resulte descubrir esa cualidad singular, probablemente mayor será la recompensa que esa persona y tú reciban cuando des con ella. Si encuentras aunque solo sea una pequeña veta en alguien y la alumbras con un poco de amor en forma de elogios, te conducirá directamente al filón principal. Esa persona se te abrirá, y hallarás que posee numerosas cualidades dignas de admiración.
S.S.
Ó
Los elogios de una sola persona tienen grandes repercusiones.
Samuel Johnson
En los tiempos en que no existía la diagramación por computador, las líneas de tipografía generalmente se componían a mano, letra por letra. Cierto día, a un editor le llamó la atención una composición tipográfica particularmente bien hecha, por lo que envió unas palabras de elogio al cajista que la había realizado. Poco le faltó a este para llorar. Llevaba diez años en el oficio, el cual desempeñaba con gran dedicación y esmero. Sin embargo, aquella era la primera vez que alguien se había tomado la molestia de agradecerle una tarea bien hecha.
Anónimo
Ó
El elogio tiene el mismo efecto en las personas que el agua en las plantas: basta con regarlas para verlas crecer.
S.S.
Ó
Los motivadores, terapeutas y sicopedagogos han descubierto lo que Dios ha sabido desde siempre y que de hecho ha formado parte de Su designio fundamental para la humanidad: que los elogios nos alientan a esforzarnos más. Esa oleada de cariño que nos envuelve al saber que hemos complacido a alguien nos incentiva a complacerlo aún más. Oír a una persona decir que nos hemos desempeñado bien nos motiva a esmerarnos más todavía.
S.S.
Ó
Todo el mundo está ávido de que se le manifieste sincero aprecio. A todos nos vienen bien las palabras de aliento. Sin embargo, muchas veces no expresamos ánimo y agradecimiento en medida suficiente a quienes nos rodean. «Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad» (Filipenses 4:8). Nos conviene aprender a aplicar este principio con quienes nos rodean. Procuremos pensar constantemente en las virtudes y puntos fuertes de las personas y elogiémoslas como se merecen.
María David
Ó
La mayor fuente de dicha que hay en la vida es saber que alguien nos ama, que nos ama por lo que somos, o más bien, a pesar de lo que somos.
Víctor Hugo
Ó
Amar a los demás tal como son es el mayor halago que les podemos hacer.
S.S.
Muestras de afecto
¿
Quién habría pensado hace apenas una generación que una muestra natural de afecto, como un abrazo, un beso en la mejilla, una palmada en la espalda, ponerle a alguien una mano en el hombro o tomarlo de la mano, llegaría a ser una transgresión de las normas sociales? En ciertas regiones del planeta, particularmente en Occidente, donde los clamores de acoso y abuso sexual alcanzaron decibeles alarmantes hace unos años, las sencillas e inocentes demostraciones de afecto han pasado a ser tabú. Esto es francamente lamentable.
Paradójicamente, médicos, sicólogos y sociólogos han demostrado luego de minuciosas investigaciones que el afecto es beneficioso para la salud y el bienestar general. La persona que se sabe amada tiende a ser más feliz y sentirse más segura.
«Cuatro abrazos al día ayudan a sobrevivir a las depresiones —dice la Dra. Virginia Satir, cientista social—; aunque una docena es mucho mejor. Las papilas de la piel son conductos propicios para transmitir mensajes de amor. El contacto físico es vital».
«En los cuatro minutos en que unos amigos o extraños se saludan, el efecto del contacto físico es dinámico —afirma el Dr. Leonard Zunin en From Contact (Ballantine Books, Nueva York, 1972)—. Cada vez que damos una palmadita en el hombro o el brazo a alguien, le transmitimos un mensaje psíquico mediante el cual expresamos que nos cae bien, que coincidimos con lo que dice o que se ha desempeñado satisfactoriamente. En resumidas cuentas, que no hay nada de qué preocuparse. Cuando rechazamos el contacto físico de alguien, el mensaje implícito en el gesto es tan elocuente como si lo expresáramos de palabra.
»Un roce, un toque, un abrazo nos acerca a otro ser humano —física y emocionalmente—. De modo que relájese, transmita más calidez, haga contacto con los demás, no se eche atrás. El efecto beneficioso del contacto físico depende de que se brinde con generosidad. Tome la iniciativa, y rara vez será rechazado», concluye Zunin.
En realidad no hace falta ser médico ni sociólogo para darse cuenta de los beneficios del afecto físico. Una estilista nos cuenta un secreto de belleza: «Algunas de mis clientes vienen a mi local más que nada en busca de un poco de cariño. A veces cuando llego a trabajar en la mañana, me encuentro con varias señoras mayores que tienen aspecto de haber acabado de salir de un salón de belleza y sin embargo hacen fila en la puerta de mi establecimiento. Algunas vienen dos veces por semana para un lavado y marcado que en realidad no necesitan. Me doy cuenta de que vienen más por deseos de un poco de contacto físico y humano que por un peinado». La estilista las escucha y les manifiesta afecto masajeándoles el cuero cabelludo mientras les aplica el champú. Los frecuentes apretones en los hombros y el cuello les indican que alguien se interesa por ellas. Al partir, se las ve radiantes y rejuvenecidas. El amor ha dejado su marca de belleza.
S.S.
Ó
La palabra griega que significaba afecto o cariño normalmente viene traducida por amor en el Nuevo Testamento, y aparece en diversos contextos. Era un término que expresaba al mismo tiempo desvelo por una persona y profundo amor.
Fue precisamente esa palabra la que se empleó en los Evangelios cuando dice que Jesús «tuvo misericordia» y curó a un leproso (Marcos 1:41), y cuando «tuvo compasión» al ver las multitudes porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor (Mateo 9:36). Pablo hace uso del mismo término para expresar el amor que abriga por sus amigos: «Dios me es testigo de cómo os amo a todos vosotros con el entrañable amor de Jesucristo» (Filipenses 1:8). Asimismo se emplea en el pasaje en que Jesús, poco antes de Su muerte y resurrección, dice a Sus discípulos: «Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros; como Yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois Mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan 13:34–35).
Joseph Reader
Ó
Salúdense los unos a los otros con un beso de amor fraternal.
El apóstol Pedro (1 Pedro 5:14, NVI)
Abrazos
Maravillas puede hacer un abrazo.
Te contenta cuando estás cabizbajo,
Transmite el amor que alguien siente por ti
o el dolor que le causa verte partir.
Un abrazo exclama: ¡Bienvenido!
¡Qué gusto verte! ¿Cómo te ha ido?
Un abrazo alivia el dolor de un niño.
Tras un disgusto, nos hace un guiño.
No cabe duda de que sin abrazos
andaríamos de lo más escasos.
Nos deleitan y alegran el corazón.
Dios hizo los brazos... ¡por esa razón!
Son extraordinarios para los padres;
para los hermanos, muy agradables.
Tal vez halaguen a las tías favoritas
mucho más que sus mimadas plantitas.
Gatitos y perritos los reclaman.
No los desdeñan los hombres de fama.
Traspasan la barrera del lenguaje
y en un día gris alegran el paisaje.
La reserva de abrazos no se achica:
cuantos más se dan, más se multiplican.
¡Extiende, pues, los brazos sin demora
y da a alguien un fuerte abrazo ahora!
Anónimo
La cara lo dice
S
iempre es posible dejar un poco de amor en el corazón de quienes se cruzan en tu camino, aun-que sea en su más simple expresión: con una palabra, una sonrisa o una mirada de comprensión. Así sabrán que Dios los amó ese día.
D.B.B.
Ó
La diferencia salta a la vista
Tomás Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos, cabalgaba con varios compañeros cuando llegó a un riachuelo crecido. Allí se encontraron con un hombre que viajaba a pie y esperaba que pasara alguien a caballo para que lo acarreara al otro lado del río. El Presidente accedió; lo subió al caballo y lo bajó en la otra orilla.
—¿Por qué le pidió usted al Presidente que lo llevara en su caballo y no a uno de nosotros? —le preguntó uno de los hombres que acompañaban a Jefferson.
El viajero respondió:
—No sabía que era el Presidente. Lo que sí sé es que unos tienen la palabra no escrita en la cara, y otros, la palabra sí. La de él decía que sí.
Anónimo
Ó
Cuando el amor penetra en el organismo, tarde o temprano se refleja en el rostro.
Anónimo
Ó
El valor de una sonrisa
Lo que en verdad más contribuye
a que merezca la pena la vida,
lo que cuesta menos y vale más,
es una grata sonrisa.
Una sonrisa que brota de un corazón
lleno de amor por los compañeros
ahuyenta todo pesar
y hace salir el sol de nuevo.
Está llena de valor y bondad,
impregnada de amor humano;
vale más que un millón de dólares
y, sin embargo, no cuesta un centavo.
Walter D. Nesbit
Esos detalles
S
i eres tan afortunado como la mayoría, probable-mente esperas ser objeto de atenciones espe-ciales el día de tu cumpleaños y en otras ocasiones destacadas. Pero, ¿no te sientes muy, muy querido cuando alguien, de forma insospechada, tiene contigo un lindo gesto por puro amor?
¿Por qué no hacer lo mismo por los demás? Si nos detuviéramos a reflexionar un momento, nos sorprendería cuántos detalles podríamos tener con nuestros semejantes que no nos costarían prácticamente nada y nos tomarían muy poco tiempo. ¿Quieres transformar tus relaciones con tus familiares, amigos y compañeros de trabajo? Especialízate en favores de cinco minutos.
S.S.
Ó
Siempre que haya un hueco en tu vida,
llénalo de amor.
Adolescente, joven, viejo:
siempre que haya un hueco en tu vida,
llénalo de amor.
En cuanto sepas que tienes delante de ti
un tiempo baldío, ve a buscar el amor.
No pienses: «Sufriré».
No pienses: «Me engañarán».
No pienses: «Dudaré».
Ve simple, diáfana, regocijadamente
en busca del amor.
¿Qué índole de amor? No importa: todo amor está lleno de excelencia y de nobleza.
Ama como puedas, ama a quien puedas,
ama todo lo que puedas... pero ama siempre.
No te preocupes de la finalidad de tu amor.
Él lleva en sí mismo su finalidad.
No te juzgues incompleto porque no responden a tus ternuras; el amor lleva en sí su propia plenitud.
Siempre que haya un hueco en tu vida,
llénalo de amor.
Amado Nervo
Ó
Los actos comunes y corrientes cobran belleza por medio del amor.
Percy Bysshe Shelley
Ó
Es contagioso
Un bus urbano se detuvo para que subieran dos débiles ancianas. El conductor ayudó a la primera a ascender, y acto seguido, con una sonrisa, se bajó, levantó a la más delicada de las dos y la subió al bus.
Cuando fue a expenderles el boleto, descubrió que en realidad querían ir en la dirección opuesta. Sin inmutarse, paró el bus y las ayudó a descender. Luego detuvo el tráfico y, tras ayudarlas a cruzar la calle, esperó a que viniera un bus en la dirección en que ellas se dirigían. Los pasajeros del primer autobús se vieron obligados a esperar. Cuando vino el que debían tomar las ancianas, el conductor del primero hizo una seña para que parara y, una vez más, las ayudó a ascender al otro vehículo.
Al retornar a su autobús, fue recibido con una salva espontánea de aplausos. Cuando arrancó, los pasajeros se veían más contentos. El silencio y la alienación que habían imperado hasta ese momento dieron paso a sonrisas y conversaciones animadas entre desconocidos.
Anónimo
Ó
Tómate tiempo para amar
Se ha dicho que los niños definen la palabra amor como sinónimo de tiempo. Pero en realidad todos hacemos esa asociación. Las actividades programadas para hacer cosas con otras personas son sensacionales. Sin embargo, también lo son esos breves momentos en que ponemos a un lado el periódico o el trabajo, apagamos el televisor o dejamos lo que sea que estemos haciendo para prestar a alguien toda nuestra atención. ¿Verdad que te encanta que hagan eso contigo? Esos gestos sencillos nos hacen sentirnos amados. ¿Por qué? Nos dan a entender que somos importantes para otro ser humano.
S.S.
Ó
Sin atajos
Un grupo de compositores e intérpretes se había desempeñado bien en una diversidad de producciones a lo largo de varios años. Se trataba de un conjunto bastante variopinto que había tenido sus altibajos, pero siempre se había mantenido unido. Cuando en determinado momento la inspiración de casi todos sus componentes llegó a un punto inusitadamente bajo, ello como es natural suscitó la preocupación de la pareja que dirigía al grupo. Siendo personas que dependían mucho de la oración, pidieron a Dios que les indicara qué andaba mal y cómo podían revertir la situación.
La respuesta que recibieron fue breve y sencilla: Había mermado su amor. Todos se habían enfrascado a tal grado en su trabajo que dejaron de tomar tiempo para manifestarse amor y aprecio los unos a los otros, valores que habían contribuido en gran manera a hacer de ellos un grupo de trabajo eficiente.
La pareja explicó aquello al resto del grupo y juntos confeccionaron una lista de las cositas que habían dejado de decirse o de hacer unos por otros. Al final de la reunión rogaron a Jesús que les ayudara a tomarse más tiempo para expresarse afecto. Enseguida se levantó la moral del conjunto y, gracias a los pequeños gestos cotidianos de amabilidad y aprecio, se mantuvo así durante meses. Al poco tiempo comenzaron a producir la mejor música que habían hecho en toda su vida profesional.
K.P.
El prójimo
U
n hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le des-pojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita [asistente del Templo], llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
Pero un samaritano [mestizo al que los judíos ortodoxos puros despreciaban y cuyo trato evitaban], que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: «Cuídamele, y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese».
¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
Jesús (Lucas 10:30-36)
Con la parábola del buen samaritano Jesús enseñó que nuestro prójimo es toda persona que necesite nuestra ayuda, sea cual sea su raza, el color de su piel, su religión, su nacionalidad, su condición social o su lugar de residencia. He ahí la diferencia entre la lástima y la compasión: la lástima no es más que un sentimiento de tristeza por las penurias ajenas; la compasión nos impulsa a traducir nuestra condolencia en hechos y no quedarnos en meras palabras. El amor consiste en establecer un vínculo entre Dios y alguien que necesita Su amor. Ese vínculo se forja manifestando a los demás amor verdadero, amor divino, por medio de acciones concretas. «El amor de Cristo nos apremia» (2 Corintios 5:14, Biblia de Jerusalén).
D.B.B.
Ó
¿Qué aspecto tiene el amor? Tiene ojos para ver el sufrimiento y la tristeza; oídos para percibir los gemidos y penas de otros; manos para ayudar y pies para acudir en auxilio de los pobres y necesitados. Así es el amor.
San Agustín
Compasión y empatía
A
mar es llorar con quienes lloran, sufrir con quienes sufren y compartir la angustia de los que tienen el corazón partido.
D.B.B.
Ó
Todo el mundo tiene algún hábito o peculiaridad que resulta molesto a sus congéneres. En vez de dejar que una idiosincrasia nos induzca a criticar a alguien y contribuya a que se introduzca una cuña entre nosotros y esa persona, es preferible analizar qué la lleva a comportarse así. Si te pones en el lugar del otro y procuras comprenderlo mejor y tomar en cuenta los antecedentes del caso, es más fácil ser tolerante y benévolo con él, y por ende amarlo. Pregúntate qué necesitarías tú si estuvieras en su situación. ¿Qué te levantaría el ánimo o qué te alegraría el día? ¿Qué te ofendería? Si procuras entender las situaciones o temores con que debe lidiar, no te resultará difícil vincularte con él y amarlo. Si no te es fácil relacionarte de esa manera con las personas, pide al Señor el don de la empatía, es decir, la aptitud de identificarte con los sentimientos o dificultades ajenos y comprenderlos.
S.S.
Lo que realmente importa
Carlos se dirigía una mañana al trabajo en su automóvil cuando tuvo un pequeño choque con otro auto.
Ambos vehículos se detuvieron, y la señora que manejaba el otro auto se bajó para evaluar los daños.
Estaba sumida en la desazón. Reconoció que había sido culpa suya. Su automóvil era nuevo. Hacía apenas dos días que lo había sacado del concesionario, por lo que temía lo que fuera a decir su marido.
Carlos se mostró comprensivo; de todos modos, procedieron con el intercambio de datos de los vehículos.
La mujer abrió la guantera para sacar los documentos, que se hallaban en un sobre.
En el primer papel que cayó del mismo estaban escritas las siguientes palabras de puño y letra de su marido:
«En caso de accidente, recuerda, cariño, que te quiero a ti y no al auto».
Adaptación de una anécdota de Paul Harvey
Ó
Cultivar el amor y el respeto
Charles Schwab pasaba por uno de sus talleres metalúrgicos un mediodía cuando se encontró con unos empleados fumando. Encima mismo de donde estaban había un letrero enorme que decía: «Prohibido fumar». Schwab, sin embargo, no les señaló el letrero ni les preguntó: «¿Es que no saben leer?» En modo alguno. Se acercó a los obreros, les entregó a cada uno un puro y les dijo:
—Amigos, les agradeceré que se los fumen fuera.
Aquellos hombres eran perfectamente conscientes de que el jefe sabía que habían desobedecido las normas. El hecho de que no dijera nada al respecto y, en cambio. les ofreciera un puro y los hiciera sentirse importantes despertó su admiración por él. No se puede menos que querer a un hombre así, ¿verdad?
Dale Carnegie
Ó
Ponte en el pellejo de los demás
A veces acertamos; otras, la embarramos.
A veces saltamos de gozo; otras, nos hundimos en un pozo.
Todos caemos alguna vez y necesitamos un amigo.
A veces somos débiles; otras, nos mostramos fuertes.
A veces tenemos razón; otras veces no.
Todos caemos alguna vezy necesitamos un amigo.
Ponte en el pellejo de los demás.
No desprecies, no acuses ni critiques.
Procura comprender su realidad
aunque un esfuerzo te implique.
Las palabras tienen el don de bendecir o maldecir,
arreglan situaciones o causan líos peores.
Cada vez que le echas tierra a alguien pierdes terreno.
Unas palabras condenan; otras, el alma serenan.
Alienta al débil demostrándole que puede.
La lengua amable es remedio para el corazón.
Michael Fogarty
Fuerza creadora
E
l amor no es ciego. Todo lo contrario. Nos pro-porciona un tercer ojo espiritual que ve lo bueno y las posibilidades que otros no ven. El amor posee fuerza creadora, porque Dios es amor y Él es el Creador. Además, con Su ayuda, nuestra fe también puede crear.
D.B.B.
Ó
Si tratas a un hombre como si ya fuera quien puede llegar a ser, lo convertirás en quien debe ser.
Goethe
Ó
El amor embellece de un modo prodigioso.
Louisa May Alcott
Ó
Dile que es maravilloso, y lo será. Dile que es bella, y lo será.
D.B.B.
Otra oportunidad
El amor y la confianza van de la mano. Cuando se nos demuestra confianza nos sentimos amados. A todos nos gusta ser dignos de la confianza ajena; así y todo, muchas veces nos cuesta manifestar confianza en otra persona, sobre todo cuando no estamos muy seguros de que estará a la altura de lo que esperamos de ella. El amor nos insta a correr el riesgo. Considera la siguiente anécdota:
Tomás Edison sufrió sus decepciones y reveses mientras inventaba la lámpara eléctrica. Sin embargo, se negó a considerarlos fracasos. Cierta vez, cuando apenas había realizado la mitad de los experimentos que habría de llevar a cabo para coronar con éxito su misión, declaró: «No he fracasado; mis intentos fallidos han sido pasos hacia adelante. Cada uno supuso un éxito en el sentido de que me indicó qué rutas estaban equivocadas para la creación de la lámpara eléctrica. He descubierto más de doscientas cosas que no funcionan. Pronto encontraré una que sí da resultado».
Edison comprendía que los demás también ansían ser dignos de confianza y agradecen que se les dé la oportunidad de hacer repetidos intentos hasta alcanzar el éxito.
Tras cientos de experimentos, por fin produjo una bombilla que funcionaba. Era la primera que se había fabricado jamás, y Edison se sentía sumamente orgulloso y feliz. Llevaba años soñando con aquel momento.
—Llévala arriba, Jimmy —dijo entregándosela a su asistente, Jimmy Price.
De pronto se oyó un estallido, y al volverse, Edison vio su preciada bombilla hecha añicos en el piso. A Jimmy se le había resbalado de los dedos.
Edison no pronunció palabra. Regresó a su mesa de trabajo e inició la fabricación de una segunda bombilla.
Cuando por fin estuvo lista, Edison hizo algo muy significativo. Con una sonrisa, se la entregó a Jimmy.
—Ten cuidado —le dijo.
Así le dio al muchacho otra oportunidad.
Anónimo
Ó
Me das aliento
Nadie influye tanto en mí,
me inyecta inspiración y me saca del abatimiento
como tú.
¡Cuánto aliento me das!
Me ensalzas, me animas,
me alegras, me aplaudes,
me sonríes, me admiras,
me abrazas, me enalteces,
me elogias, me aprecias.
Nadie influye tanto en mí,
me inyecta inspiración y me saca del abatimiento
como tú.
¡Cuánto aliento me das!
Me honras, me encomias,
me apruebas, me apuntalas,
me comprendes, me amas,
me avalas, me felicitas.
Gritas de gozo.
Nadie influye tanto en mí,
me inyecta inspiración y me saca del abatimiento
como tú.
¡Cuánto aliento me das!
Anónimo
El amor nunca falla
E
l amor no puede fallar. Da igual a quien se le prodigue. Siempre rinde cuantiosos beneficios. No se puede dar sin recibir a cambio. No se puede otorgar una recompensa sin ser recompensado. Cuanto más se da, más se recibe. Se multiplica: como los cinco panes y los dos peces que dieron de comer a miles, o como la última gota de aceite y el puñado de harina que sustentaron a tres personas durante tres años de hambre (Mateo 4:15-21; 1 Reyes 17:10-16).
D.B.B.
Ó
No hay dificultad que a base de amor no se venza, ni enfermedad que a base de amor no se cure. No hay puerta que con amor no se abra, ni abismo que con amor no pueda salvarse. No hay muro que a fuerza de amor no se venga abajo, ni pecado que a fuerza de amor no quede redimido. Por muy arraigado que esté un defecto, por muy desesperada que sea una situación, por muy confuso que sea un enredo o grave que sea una falta, el amor en medida suficiente todo lo disipa.
Emmett Fox
¿Quieres la llave que abre todos los corazones? Prueba el amor. Nunca falla, porque Dios es amor, y es imposible que Él falle.
D.B.B.
Ó
El capítulo del amor
Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.
Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.
El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.
Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.
Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.
Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.
Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.
El apóstol Pablo (1 Corintios 13)
El amor engendra amor
E
l amor es el único tesoro que se multiplica al dividirlo. Es el único obsequio que se acrecienta cuanto más se sirve uno de él. Es el único negocio en el que el despilfarro desenfrenado rinde beneficios. ¡Obséquialo! ¡Repártelo! ¡Riégalo por todos lados! ¡Vacíate los bolsillos! ¡Sacude el canasto! ¡Dale la vuelta al vaso! Y mañana tendrás más que nunca.
Anónimo
Ó
Todo el mundo ejerce influencia. Quien se conduce con amor impulsa a otros a hacer lo propio. Basta con que manifiestes amor para que otro adopte esa misma actitud. El amor en acción es contagioso. Se transmite de corazón a corazón. Si irradiamos amor en suficiente medida, los demás lo reflejan.
D.B.B.
El amor es capaz de generar increíbles reacciones en cadena. Cuando una persona manifiesta amor al prójimo, da inicio a un proceso que se va repitiendo. Basta con un gesto o una palabra de amor, o incluso un pensamiento amoroso. El amor engendra amor.
S.S.
Ó
La amabilidad bendice doblemente: bendice al dador y al receptor.
Anónimo
Ó
¿Fingimiento o realidad?
Henry Fawcett acompañaba a su padre en una cacería cuando a éste se le disparó accidentalmente la escopeta. El joven, que en aquel momento apenas contaba veinte años, perdió la vista en ambos ojos. Antes del suceso había sido un muchacho vivaz y ambicioso, con un gran futuro por delante. Habría sido comprensible que dicho accidente lo deprimiera y amargara, y así fue al principio. Pero hubo algo que lo salvó: el profundo amor que sentía por su padre
Este se hallaba al borde de la demencia por el remordimiento de lo que le había hecho a su hijo. La única forma que tenía Henry de evitar que su padre perdiera el juicio era convertir tan terrible desesperación en esperanza. Y eso hizo. Fingió estar contento cuando no lo estaba. Aparentó tener unas ganas de vivir que no tenía para nada. Simuló tener esperanzas de llevar una vida productiva y plena, cuando en realidad no albergaba tales esperanzas.
Sucedió entonces algo curioso: lo que fingía terminó por hacerse realidad. Fue como si, por un acto de voluntad, hubiese exorcizado un espíritu maligno, expulsándolo de sí. Posteriormente, Henry Fawcett fue elegido para ocupar un escaño en el Parlamento británico. Luego, a solicitud del primer ministro Gladstone, asumió como director general de correos del Reino Unido y llevó a cabo una importante mejora en el servicio de correos y telégrafos.
Anónimo
Ó
Una cura infalible
Cierta mañana en que una enfermera se dirigía al trabajo reparó en un anciano débil y encorvado que caminaba presuroso en la misma dirección. Se preguntó a dónde iría con tanta prisa a una hora tan temprana y si sería prudente que estuviera solo, dado su precario estado de salud.
Más tarde aquel mismo día le sorprendió verlo caminando por el pasillo del hospital donde ella trabajaba. Resultó que no había ido a recibir tratamiento —como ella supuso inicialmente—, sino a alegrar y acompañar a otros.
Entablaron conversación, y el anciano le dijo que varios meses atrás, en una ocasión en que se encontraba solo con sus dolores y achaques, se le ocurrió que sería mucho mejor salir a hacer algo. Seguramente había otros en peores condiciones que él, a quienes podía ayudar.
Fue consecuente con aquella reflexión y acudió al hospital, donde se ofreció a trabajar de voluntario. Cuando conoció a la enfermera, ya iba dos mañanas por semana a prestar toda la asistencia que pudiera. Le gustaba relacionarse con el personal, los pacientes y sus familiares. Contaba muchas anécdotas pintorescas y daba sabios consejos, fruto de toda una vida de altibajos. Ayudando al prójimo, se olvidó de sus achaques; entregándose, le había descubierto un nuevo sentido a la vida.
Anónimo
Ó
Quien siembra amor y bondad disfruta de una cosecha perpetua.
Anónimo
Ó
Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza.
El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado.
El rey Salomón (Proverbios 11:24–25)
Amor comunicativo
S
i manifiestas sincero amor e interés por el prójimo, no tendrás dificultades para ganar amigos. La gente no puede menos que sentirse atraída hacia quien se conduce con amor. La persona que es agradable cae simpática. Cuando alguien sigue la regla de oro —«haz con los demás como te gustaría que hicieran contigo»—, atrae a la gente como las flores a las abejas. Tarde o temprano, los demás responden de igual forma. Esa es una de las ventajas de conocer y amar a Jesús y de observar Su regla de oro.
S.S.
Ó
La verdadera felicidad no procede de la búsqueda personal de placeres y satisfacciones egoístas. Es fruto de encontrar a Dios y entregar a nuestros semejantes la vida que Él ofrece, a fin de hacerlos felices. Entonces la felicidad nos busca, nos encuentra y nos colma sin haberla procurado siquiera. Si buscas a alguien a quien hacer feliz, la felicidad te alcanzará a ti. Pon tanto empeño en hacer feliz a otra persona que no puedas menos que ser feliz tú mismo. Interésate realmente por los demás y demuéstrales amor abnegado. Te amarán más de lo que nunca han amado a nadie.
D.B.B.
Ó
Decálogo de las relaciones humanas:
1. Dialoga con las personas.
2. Sonríeles.
3. Llámalas por su nombre.
4. Muéstrate amistoso y servicial.
5. Sé cordial.
6. Interésate sinceramente en los demás.
7. Sé pródigo con los elogios y mesurado en las críticas.
8. Ten en cuenta los sentimientos ajenos.
9. Toma en consideración las opiniones ajenas.
10. Muéstrate predispuesto a servir.
Anónimo
Ó
Amémonos más los unos a los otros. Hagamos con los demás como queremos que hagan con nosotros. Dejemos que el amor del Señor resplandezca más a través de nosotros manifestando mayor benevolencia, comprensión, comunicación, generosidad, apoyo, compasión y cariño, y realizando actos que evidencien amor y sensibilidad hacia nuestros semejantes.
Dediquémosles tiempo, prestémosles oído y abrámosles nuestro corazón y nuestra vida. Seamos prestos para perdonar y olvidar. Hagamos lo posible por ser guardianes de nuestros hermanos. No nos neguemos esos gestos sencillos de cariño que comunican tan magníficamente el amor del Señor. Esforcémonos de todo corazón por dar buen ejemplo, brindar apoyo y consuelo a los demás y dar muestras del amor incondicional del Señor. No saquemos conclusiones precipitadas ni juzguemos injustamente; concedamos un margen de confianza a quienes batallan arduamente. Sobrellevemos los unos las cargas de los otros, y cumplamos así la ley de Cristo. Demos ejemplo del amor incondicional del Señor.
María David
Amor desinteresado
P
ara quien tiene amor, la felicidad ajena es más importante que la propia.
D.B.B.
Ó
«Él contaba con ello»
Se cuenta que durante la Primera Guerra Mundial dos hermanos se habían enrolado en el ejército y pidieron ser asignados a la misma unidad. Al poco tiempo los mandaron al frente. De tanto en tanto, uno de los dos bandos lanzaba una ofensiva con el objeto de romper las líneas enemigas. En una de tales ofensivas, el hermano menor cayó malherido en la peligrosa franja de tierra situada entre las trincheras de uno y otro bando.
Cuando el mayor, que estaba en la trinchera, vio el apuro en que se encontraba su hermano, comprendió instintivamente lo que debía hacer. Se desplazó por la trinchera, abriéndose paso entre los soldados, hasta llegar a su oficial superior.
—¡Tengo que rescatarlo! —le dijo.
El oficial le respondió:
—¡Imposible! ¡Lo matarán en cuanto asome la cabeza por la trinchera!
Pero el muchacho se zafó del oficial, que lo tenía sujeto, salió a gatas de la trinchera y se lanzó en busca de su hermano menor, desafiando el incesante fuego del enemigo. Allí lo encontró, moribundo. Al verlo llegar, el hermano le dijo en voz baja:
—¡Sabía que vendrías!
El mayor, que para entonces también había sido alcanzado por las balas, a duras penas consiguió arrastrar a su hermano de vuelta a las líneas aliadas, donde ambos cayeron agonizantes en la trinchera. El oficial le preguntó al hermano mayor:
—¿Por qué lo hizo? ¡Le advertí que morirían los dos!
Pero el hermano mayor respondió con una última sonrisa:
—Tenía que hacerlo. Él contaba con ello. No podía defraudarlo.
Narrado por D.B.B.
Ó
Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.
Jesús (Juan 15:13)
Ó
«En esto hemos conocido el amor [de Dios], en que Él puso Su vida por nosotros» (1 Juan 3:16). La verdadera medida de toda forma de amor consiste en cuánto se está dispuesto a poner, a aportar, a entregar? El amor verdadero siempre consiste en entregar la vida por los demás.
J.H. Jowett
Un noble desacuerdo
En 1857 se erigió en Weimar (Alemania) una estatua a dos de los más grandes escritores alemanes, que además eran amigos: Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) y Johann Christoph Friedrich von Schiller (1759-1805).
Mientras ambos aún vivían, la crítica y el público solían polemizar sobre cuál de los dos escribía mejor. Cuando a Goethe le decían: «Usted es el más grande de los que empuñan la pluma en Alemania», él se apresuraba a replicar: «¡Ah, pero no os olvidéis de Schiller!» Y cuando elogiaban a Schiller como el más grande poeta alemán, replicaba: «¿Y qué me decís de mi amigo Goethe?»
El autor de la estatua de Weimar retrató de forma genial el amor y admiración que se tenían el uno por el otro: Goethe tiene en la mano una corona de laurel que alza para colocar en la cabeza de Schiller. Pero este no la quiere. Considera que Goethe es más merecedor de ella; por lo tanto la rechaza, como diciendo: «No, es más apropiado que la lleves tú». Así los dos amigos expresan noblemente su desacuerdo al negarse a aceptar la corona, pues cada uno valoraba mucho el talento del otro.
Anónimo
Ó
El amor nunca razona, sino que da profusamente; lo entrega todo como un manirroto insensato, y luego tiembla pensando que no ha dado suficiente.
Hannah More
Ó
La prerrogativa del amor
El amor dona incesantemente,
perdona, jamás abandona.
Está siempre dispuesto
con los brazos abiertos.
Mientras vive
siempre es proclive
a dar. Es su prerrogativa:
dar mientras viva.
John Oxenham
Ó
Sustituir el amor propio con el amor a los demás es cambiar un insufrible tirano por un buen amigo.
Concepción Arenal
Ó
Al verdadero amor no se le conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece.
Jacinto Benavente
Ó
El verdadero amor, el amor ideal, el amor del alma, es el que sólo desea la felicidad de la persona amada, sin exigirle en pago nuestra felicidad.
Jacinto Benavente
Ó
El amor vive más de lo que da que de lo que recibe.
Concepción Arenal
Dios nos pide algo muy sencillo: que amemos
C
uando preguntaron a Jesús cuál era el mayor de los mandamientos, replicó: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22:37-39). Desde el punto de vista de Dios, el amor es la virtud suprema. Supera a todas las demás.
Dios no nos exige perfección; no nos pide que jamás cometamos un error ni que acometamos grandes empresas de las que se entere todo el mundo. Solo nos solicita que amemos al prójimo. Si estamos llenos de Su amor, naturalmente haremos y diremos cosas que lo complazcan a Él y que nos proporcionen felicidad a nosotros y a los demás. En cambio, si no amamos al prójimo, no podremos complacer a Dios por mucho que nos esforcemos ni por muchas buenas obras que hagamos. Lo más probable será que así tampoco hagamos feliz a nadie, ni siquiera a nosotros mismos.
Si te parece que no tienes esa capacidad de amar, pídesela a Dios. No hay oración a la que más le gustaría responder que esa.
S.S.
Ó
Todas vuestras cosas sean hechas con amor.
El apóstol Pablo (1 Corintios 16:14)
Ó
Donde reina el amor no hay necesidad de leyes.
Platón
¿Qué nos impide amar?
Shannon Shayler
Q
ueda fuera de toda duda que demostrar amor a los semejantes produce mucho bien. Sin embargo, siendo tanto el provecho que podemos sacar de ello, ¿por qué no lo hacemos con más asiduidad? ¿Qué nos impide muchas veces decir palabras amorosas u obrar con el debido amor? ¿A qué obedece esta incapacidad nuestra?
El orgullo
Uno de los principales escollos que se nos presentan es el orgullo. En el fondo todos tenemos un nervio sensible que procuramos evitar a toda costa que nos toquen. Muchas veces no manifestamos amor por miedo a que el asunto salga mal. Tememos toparnos con rechazo, lo cual nos lleva a preocuparnos demasiado de las opiniones ajenas. «Quizá pensarán que soy muy directo —razonamos—. Tal vez me considerarán insincero. O pensarán que tengo motivos egoístas. O se sentirán incómodos y obligados a corresponderme aunque no lo deseen».
¿Cómo podemos superar ese orgullo que entorpece el ejercicio del amor? Exactamente del mismo modo que se vence el miedo a los trampolines: ¡zambulléndonos!
Ó
El amor vence el orgullo. Quien obra con amor desestima el qué dirán y ama de todos modos.
D.B.B.
Ó
La persona realmente humilde es también una persona amorosa, y viceversa, pues el amor y la humildad son inseparables. No se puede demostrar amor verdadero sin ser humilde, y tampoco se puede obrar con auténtica humildad sin una gran dosis de amor. Para ser cariñoso y aceptar muestras de cariño hay que tener humildad.
Lo mismo se puede decir de nuestra relación con Dios. Hay que ser humilde para aceptar que Dios nos ama y que por amor Jesús murió por nosotros. El amor contribuye a la humildad.
D.B.B.
La timidez
He aquí otro obstáculo. En realidad, tiene mucho que ver una vez más con el orgullo. Muchos se privan de amar y ser amados por simple timidez, la cual les impide dar el primer paso. Se parecen a los personajes de la triste fábula que reproducimos a continuación:
Había una vez una niña que se pasaba los días junto a una laguna observando a un sapo que vivía en un nenúfar. La niña sabía que aquel animalito podía ser un príncipe. Y el sapo —que en efecto era un príncipe— sabía que si ella le besaba la nariz rompería el sortilegio que le había impuesto una bruja perversa. Lamentablemente, la niña que estaba en la orilla de la laguna era muy tímida para entablar conversación con el sapo; y éste tampoco se atrevía a decirle cuánto anhelaba que le besara la nariz. Así las cosas, la niña siguió sentada contemplando el sapo. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
¡Cuánto mejor es aventurarse!
El ajetreo
Si uno pudiera observar a personas de todos los estratos sociales durante un día y tomar nota de cada oportunidad perdida de manifestar un poco de amor, y luego les preguntara por qué no lo hicieron, la mayoría probablemente respondería que estaban demasiado atareadas. Las últimas generaciones han visto un incremento muy señalado en el ritmo de vida. Casi todo el mundo vive presionado, desviviéndose por progresar, por no perder la delantera o por alcanzar a los demás, en muchos casos a expensas de las cosas que más importan en la vida. Un sondeo tras otro demuestra que, más que los bienes materiales, la gente valora el cariño, el apoyo, la motivación y la satisfacción que deriva de su familia y sus amigos. Sin embargo, las mismas encuestas indican que esa misma gente se queja de que no tiene tiempo para dedicarse a su familia y amigos.
La solución es sencilla, aunque no siempre fácil de llevar a la práctica: si algo es prioritario hay que darle la importancia debida. Recuérdate cada mañana y a lo largo del día que debes dar mayor prioridad a las personas que a las ganancias materiales o al trabajo. Procura que cada encuentro que tengas con una persona sea positivo. Normalmente bastará con una sonrisa o unas palabras de elogio o de aliento. Y por lo general no interferirá con lo que estés haciendo ni mermará tu rendimiento. Es más, probablemente te hará más llevadero el trabajo y te ocasionará menos estrés. En poco tiempo verás que los demás se alegran cuando te ven llegar, y esas sonrisas, elogios y palabras afectuosas te serán correspondidos. Y lo que es más importante, tendrás la satisfacción de haberle aliviado el trabajo o alegrado la vida a alguien. ¡Todo un logro!
Ó
Si estás demasiado ocupado para amar a quienes te rodean, ¡estás más ocupado que el propio Dios!
D.B.B.
El egoísmo
Si aprendiéramos a ver a las personas y las situaciones como las ve Dios y actuáramos en consecuencia, el mundo sería muy diferente. Casi todo el mundo ha oído la máxima bíblica según la cual es más bienaventurado dar que recibir. La mayoría considera legítimo el principio; pero como suele decirse, del dicho al hecho hay mucho trecho.
Dios jamás nos pedirá que hagamos algo que, aun contando con Su ayuda, supera nuestras posibilidades. Conviene que tengamos eso presente. Él no nos pediría que manifestáramos amor desinteresado de no estar con nosotros para ayudarnos a hacerlo. Ahí es donde entra en juego la fe. Si realmente creemos lo que nos dice, actuaremos en consecuencia, aunque se oponga a nuestro razonamiento natural o a la forma en que se conduce el mundo que nos rodea. Y al hacerlo cosecharemos las innumerables recompensas que Dios tiene reservadas a quienes aman con abnegación. Aunque no cobremos los beneficios enseguida o éstos no sean precisamente monetarios, no nos arrepentiremos. Tarde o temprano Dios nos devolverá con creces lo invertido. Aun los actos que identificamos como sacrificios no lo son en realidad: representan inversiones que algún día nos reportarán grandes beneficios.
Ó
Una mañana fui a visitar a dos mujeres que estaban en el mismo hospital de Miami. La habitación de Marie Smith estaba llena de flores, tarjetas y regalitos. A Marie le habían llovido las expresiones de bondad. Aquel cuarto era un reflejo de su vida, pues a lo largo de los años había sembrado amor y ternura en los demás, y estos se los retribuyeron en su momento de necesidad.
En la otra habitación se encontraba una mujer sola. Sus rasgos faciales denotaban resentimiento y desconfianza. Su egoísmo y sus continuos juicios negativos sobre los demás le habían arruinado la vida. Estaba tendida de cara a la pared. Había construido en torno a sí un muro de antipatía, frialdad, dureza de corazón y egoísmo, y esperaba la muerte ahí encerrada.
¡Qué dispar era el clima imperante en aquellas dos habitaciones!
Virginia Brandt Berg
Ó
La excesiva familiaridad
Cuando unos novios se hacen la promesa de permanecer juntos a las duras y a las maduras, en el mágico momento de ensueño en que contraen matrimonio se imaginan una vida en común que irá de bien en mejor. Los padres miran profundamente a los ojos de su primer hijo recién nacido y juran que jamás le harán daño ni lo decepcionarán. Dos niños se prometen mutuamente ser siempre los mejores amigos. Los médicos, enfermeras, docentes, asistentes sociales, misioneros y otras personas dedican la vida a servir al prójimo. Esos compromisos se labran a base de amor —ese prodigioso aglutinante que une familias, amigos y toda cosa buena—. ¿Cómo explicar, pues, las riñas matrimoniales? ¿Qué hace que los padres regañen machaconamente a sus hijos, los denigren y pierdan la paciencia con ellos? ¿Por qué se enfrían las amistades? ¿Qué hace que merme la inspiración para servir desinteresadamente?
En muchos casos se debe a la excesiva familiaridad. Con el paso del tiempo llegamos a acostumbrarnos tanto a los seres a quienes más queremos que dejamos de valorarlos y tratarlos como debiéramos. El ajetreo y las vicisitudes de la vida cotidiana tienen un efecto erosionante. Así, el lustre de aquellas relaciones que una vez tuvimos por sublimes se va perdiendo. Al vernos continuamente la cara empezamos a percibir defectos e imperfecciones. Lo habitual y corriente se convierte en rutinario y tedioso. Las bendiciones que apreciábamos comienzan a pesarnos.
¿Te ha pasado algo semejante? En ese caso, es hora de revertir la tendencia. Demandará un esfuerzo de tu parte y puede que no resulte fácil, sobre todo si ese exceso de confianza en el trato es ya una costumbre arraigada, pero es posible. Aprecia más lo que tienes. Considérate afortunado. Repasa las diversas características de la otra persona que te atrajeron a ella cuando la conociste. Luego ponte en su lugar y hazte la misma pregunta. La forma más rápida y segura de devolver el brillo a una relación opacada es lustrar tu mitad. Empéñate en convertirte en la persona que te propusiste ser en un comienzo, y seguro que la otra hará lo propio sin que se lo señales directamente.
Recuerda que Dios es perito en reconstruir relaciones. «Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17). Esa promesa no solo es válida para la salvación; se aplica igualmente a la vida cotidiana. Si le pedimos que comience por nosotros, Dios revitalizará y renovará cualquier relación.
Ó
Dos adultos mayores llevaban ya muchos años de matrimonio, tantos que los dos eran capaces de adivinar en cualquier momento lo que pensaba el otro. Al menos ese fue el argumento con que explicaron por qué habían dejado de hablarse. Una noche, mientras contemplaban un hermoso atardecer a la puerta de su casa, la vista los emocionó, pero ninguno de los dos emitió palabra. El marido pensó después: «¡Qué espectáculo tan conmovedor! ¡Casi, casi le digo a Margarita cuánto la quiero!» No debemos permitir que la familiaridad nos impida expresar a nuestros seres queridos cuánto significan para nosotros.
Anónimo
El resentimiento
El resentimiento y el rencor son capaces de levantar muros entre las personas con más rapidez que ninguna otra cosa. Lo peor es que generalmente empiezan por desacuerdos de poca monta. Alguien hace algo que nos ofende o nos duele, y le guardamos rencor. Con ello colocamos el primer ladrillo. Si la persona lo vuelve a hacer, apilamos el segundo. Una vez que sabemos qué esperar de ella, las ofensas —y los ladrillos— se amontonan rápidamente. En poco tiempo, el solo hecho de pensar en esa persona ya justifica acomodar otro ladrillo. Llega un momento en que ya no podemos ni verla. El muro que hemos levantado nos lo impide.
Una de las peores características del resentimiento es que se justifica a sí mismo. Decimos: «Ya sé que no soy perfecto y que en parte es culpa mía, ¡pero lo que él me hizo es mucho peor!» Sin embargo, cuando albergamos resentimiento, quienes salen perdiendo en realidad somos nosotros mismos. El rencor no solo nos aparta de la persona con la que estamos airados, sino que la naturaleza destructiva del mismo es tal que no puede circunscribirse a la relación entre las dos personas afectadas. Esos sentimientos negativos se filtran a otras relaciones. Levantamos muros en otros flancos y nos aislamos en nuestra desdicha.
Hay que emplear la bola de demolición: el perdón.
Si no encuentras fuerzas dentro de ti para hacerlo, sigue los siguientes pasos:
1. Haz una lista de todas las cualidades buenas y puntos fuertes de la persona a quien guardas rencor.
2. Vuelve al comienzo y procura entender por qué esa persona te agravió. ¿Se proponía hacerte daño? De haber estado tú en su lugar, ¿habrías actuado de otro modo?
3. Reconoce que el resentimiento que abrigas constituye una falta tan grave como el acto que te ofendió. Luego, pide a Dios que te perdone, te libre del rencor y vuelva a suscitar en ti sentimientos positivos hacia la persona en cuestión. No podemos librarnos del rencor a fuerza de voluntad, ni podemos realmente hacer nacer en nosotros el amor por los demás. Necesitamos la intervención de Dios.
Ahora haz uso de la bola de demolición.
Ó
En cierta oportunidad una mujer enumeró al juez a quien solicitaba el divorcio todas las faltas de su marido. Adujo que no podía vivir con aquel hombre ni un día más. Y prosiguió con su diatriba.
Finalmente hizo una pausa para recuperar el aliento, y el juez le preguntó:
—¿Por qué se casó con él? Tuvo que haber alguna característica de él que la atrajo. ¿Cuál fue?
—Pues… —respondió la mujer— tenía buen carácter, era muy trabajador y sabía ganarse la vida. Además, era cariñoso con los niños y muy fiel.
—¿Y todavía es así? —inquirió el magistrado.
—Pues, sí —replicó la mujer enfurruñada antes de volver a la carga con sus numerosas quejas—. Pero… ¡es terrible! Deja la ropa tirada en el suelo. Nunca guarda nada. Siempre llega tarde a cenar. Le cuesta levantarse a la mañana. Se hurga la nariz en público. Se queja si le quemo las tostadas...
Eran todas faltas de menor cuantía.
—Veamos —dijo el juez—. Esta es mi resolución preliminar: Vuelva a casa, procure pensar en las cualidades que la llevaron a enamorarse de él y evite pensar en las faltas que la molestan. Si al cabo de treinta días todavía quiere divorciarse, regrese.
El juez nunca volvió a verla.
Adaptación de una anécdota de D.B.B.
¡Adiós a la soledad!
T
odo era perfecto para Adán en el paraíso terrenal, todo menos... No acertaba a describir qué le faltaba. Desde luego no tenía queja alguna. Con gran amor Dios había provisto de todo para él en aquel hermoso edén. Era un lugar de ensueño en todo sentido, menos... En el fondo Adán sentía un vacío extraño.
Dios permitió que lo incomodara ese sentimiento para que tuviera conciencia de que ni aun en ese entorno maravilloso llegaría a ser totalmente feliz hasta no encontrar un alma gemela con quien compartirlo. Por tanto, Dios resolvió: «No es bueno que el hombre esté solo. Haré, pues, un ser semejante a él para que lo ayude» (Génesis 2:18, Edición Pastoral). Y poco después le concedió a Eva.
Hoy en día hay millones de adanes y evas; sin embargo, en el mundo reina muchas veces la soledad. Alguien describió la vida en las grandes urbes con estas palabras: «Millones de personas que juntas viven solas». Por contradictorio que parezca, es cierto. El simple hecho de estar rodeado de infinidad de personas no necesariamente constituye el remedio para la soledad. Ésta es fruto de la indiferencia entre los seres humanos, no sólo del aislamiento físico entre unos y otros. Además, nosotros mismos nos la buscamos. Levantamos muros a nuestro alrededor y luego nos quejamos de que nos invade la soledad. Construimos murallas en vez de puentes.
¿Cuál es, pues, el remedio para la soledad? Se resume en las siguientes palabras: «Amar al prójimo nos aporta felicidad; amarnos a nosotros mismos, soledad». Considera la siguiente anécdota:
Cierta mujer vivía embargada por la soledad. Siempre andaba en busca de nuevos amores, pero nunca encontraba uno que la complaciera del todo, que perdurara o que aliviara su soledad. ¿Cuál era el motivo? Que andaba afanada por obtener amor; procuraba ser el objeto del amor de alguien, ser amada. Un día le sugirieron que tal vez su enfoque era erróneo; que debía aprender a entregar amor desinteresadamente por el bien y la felicidad ajena. En todos aquellos años de búsqueda nunca se le había ocurrido ese cambio de perspectiva. Lo intentó, y no tardó en descubrir lo que siempre había buscado: amor de verdad.
Adaptación de un texto de D.B.B.
Ó
Cualquiera puede encontrar amor si brinda amor. Manifestando amor verdadero a los demás no nos resultará difícil ganar amigos. Si nos interesamos sinceramente por los demás y les brindamos afecto, harán lo propio con nosotros. El amor engendra amor. Si sembramos amor, cosecharemos amor. Si sembramos amistad, amistad cosecharemos (Gálatas 6:7). Es recíproco.
A tu alrededor hay mucha gente solitaria que ansía ser amada tanto como tú. Probablemente esas personas están a la espera de que tomes la iniciativa y les demuestres amor. Intenta hacer feliz a alguien, y descubrirás todo un mundo nuevo con el que jamás soñaste siquiera.
Si entregas amor, recibirás amor. Ese es el criterio Divino. Dios te hará feliz si te empeñas en hacer felices a los demás. ¡Es así de sencillo!
D.B.B.
Un amor mayor que el nuestro
«
Amad a vuestros enemigos —nos dice Jesús—, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los Cielos, que hace salir Su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los Cielos es perfecto» (Mateo 5:44-48).
Me dirás que es más fácil decirlo que hacerlo. Ni siquiera estás seguro de que quieras amar a quienes te han ofendido o perjudicado. Al fin y al cabo, no se lo merecen. Preferirías con mucho guardar las distancias con el gruñón de tu jefe o con esa persona de quien eras amigo hasta que te ofendió, o con el compañero de trabajo que habló mal de ti a tus espaldas.
Una de las grandes maravillas del amor de Dios es que posee la virtud de vencer nuestros prejuicios y aquellas reacciones negativas tan características de la naturaleza humana. Si bien a Dios no le agraden ciertos actos que realizamos a veces, o la forma en que los hacemos, aun así nos ama. ¿No es esa la actitud que tiene para con nosotros? Nunca deja de amarnos a pesar de nuestras faltas e imperfecciones y de lo que hagamos o dejemos de hacer. Nunca nos da por imposibles, por mucho que nos descarriemos.
Esa es la clase de amor que quiere que manifestemos a los demás. Y nos basta con pedírselo. «El amor cubrirá multitud de pecados» (1 Pedro 4:8). Dios te concederá la gracia y el amor para perdonar a los demás en la medida en que se lo pidas.
S.S.
Ó
El que no es capaz de perdonar destruye el puente por el que él mismo debe pasar; pues todo hombre tiene necesidad de ser perdonado.
Anónimo
Ó
Perdón es una palabra que no es nada, pero que lleva dentro semillas de milagros.
Alejandro Casona
Ó
¿De dónde sacaremos el amor para tornar amable a nuestro enemigo? Del propio Gran Amante. «Amamos porque Él nos amó primero» (1 Juan 4:19). Con Su amor, nuestro Gran Amante nos inspirará a amar, y así nosotros también nos convertiremos en fuentes de amor.
J.H. Jowett
Perdón es la palabra. Del primero
que sabe perdonar es la victoria.
Del odio y rencores en la negra noria
caber no puede triunfo verdadero.
Manuel Machado
Ó
Más que un ejército hiriendo vence un héroe perdonando.
Calderón de la Barca
Ó
La mayor venganza del que es sabio
es olvidar la causa del agravio.
Lope de Vega
Ó
El amor cubrirá todas las faltas.
El rey Salomón (Proverbios 10:12)
Ó
Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
El apóstol Pablo (Efesios 4:32)
Ó
El amor es un acto de perdón infinito, una mirada de ternura hecha hábito.
Peter Ustinov
La fuente del verdadero amor
D
ios nos creó con la necesidad de amar y ser amados. Él y solo Él puede satisfacer el más profundo anhelo del alma humana: llegar a sentirse totalmente amada y comprendida. Las cosas terrenales satisfarán el cuerpo, pero solo Dios y Su amor eterno pueden llenar el vacío espiritual que tenemos en el corazón y que Él creó exclusivamente para Sí. El espíritu humano nunca podrá sentirse satisfecho del todo con nada que no sea la unión plena con el gran Espíritu de amor que lo creó.
«Dios es amor» (1 Juan 4:8). Es el mismísimo Espíritu del amor, del verdadero amor, un amor inmortal de un Amante que nunca nos abandona, el mayor de los amantes, Dios mismo. Se lo ve reflejado en Su Hijo Jesús, que vino, vivió y murió por amor, a fin de que pudiéramos vivir y amar para siempre. «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16).
D.B.B.
Cuando llegamos a conocer a Jesús y aceptamos que es nuestro Salvador, hacemos contacto directo y personal con el Creador, con el origen del amor: Dios mismo. Se abren ante nosotros nuevos mundos de amor. Nuestra percepción del amor en sus múltiples facetas se vuelve más profunda y cabal. Sin embargo, entraña mucho más que eso: hace posible que experimentemos el amor sobrenatural de Dios, el cual sobrepasa con creces todo amor terrenal.
Para aceptar el amor de Dios manifestado por medio de Jesús, no tienes más que abrir el corazón y pedirle que entre a formar parte de ti. Jesús prometió: «He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo» (Apocalipsis 3:20). Él aguarda mansa y humildemente a la puerta de tu corazón. No se impone ni trata de abrirla a empujones: simplemente espera a que lo invites a pasar. Si aún no lo has hecho, puedes probarlo ahora mismo con una sencilla oración como la siguiente:
Jesús, creo sinceramente que eres el Hijo de Dios y que moriste por mí. Necesito que Tu amor me purifique de mis malas acciones. Te abro el corazón y te pido que entres en mí. Lléname de Tu amor hasta rebosar. Amén.
Una vez que hayas hecho esa plegaria, tu vida se transformará. Nacerás a un mundo de amor enteramente nuevo con el que probablemente ni habías soñado. Jesús es capaz de darte toda una vida de amor. Te brindará todo el amor que necesites para vivir la vida a plenitud y salir airoso de toda situación difícil. Pero no puede dártelo todo de una vez. Él y Su amor están siempre a tu alcance, pero es preciso que de cuando en cuando vuelvas a acudir a Él para obtener dosis mayores. Debes dejar que te llene a diario, a veces incluso hora tras hora o momento a momento.
En la medida en que dediques tiempo a rezar, leer Su Palabra y escuchar Su voz en tu interior, Él te impartirá Su amor. Con el tiempo ese amor llegará a ser parte de ti. Poco a poco te irás pareciendo más a Él. Serás una persona más amorosa; Su amor brotará de ti para derramarse sobre los demás. Conforme progreses y madures en Su amor, Su Espíritu dentro de ti te capacitará para hacer lo humanamente imposible: amar a Dios con todo tu corazón y a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 22:37-39).
S.S.
Ó
El amor que Él abriga por ti es incondicional, por muy débil o descorazonado que te sientas o muy defraudado que estés contigo mismo o con los demás. Dios te ama igual. Su gran amor —que es incondicional, sublime y perfecto— no disminuye en razón de las circunstancias, sean cuales sean. Él no deja de derramarlo. Lo entrega sin medida, sin límite.
Su amor se vierte siempre a raudales, inconteniblemente, en toda su plenitud. Lo mejor de todo es que nosotros podemos experimentarlo y dejar que se manifieste en nuestra vida en la medida en que lo deseemos, conforme a nuestra obediencia y sumisión al Señor. Él siempre está buscando nuevas formas de demostrarnos amor; basta con que se lo permitamos, con que abramos una vía para ello. Cuando mantenemos una relación estrecha con Él y hacemos lo que Él quiere, le damos la posibilidad de verter Su amor sobre nosotros.
María David
Ó
Si la gente entendiera la magnitud del amor del Señor —lo verdaderamente incondicional que es, lo vasto, profundo y amplio que es, lo infinito que es—, se desharía de muchos de sus problemas. Se liberaría de muchos temores, preocupaciones y remordimientos. Si lograra entender eso, sabría que a la larga todo se va a solucionar, que Él hará que todo redunde en bien, pues Él dispone de hasta el detalle más mínimo, y la mano con que dirige y modela nuestra vida obra con perfecto amor.
D.B.B.
Ó
La vida en el amor del Señor
El amor es como un río. Hay días en que fluye caudalosamente, pues hay mucho. En otros, corre como un hilo, y se lo ve golpeando contra rocas que no alcanzamos a divisar. Pero aun cuando el amor merma y pierde su caudal hasta casi secarse sobre el lecho cenagoso, ha de venir más.
Nos viene el recuerdo de cómo amó Jesús, cómo perdonó, como tendió los brazos en señal de acogida. Al recurrir a Él como fuente del amor, podemos reabastecer el cauce. La vida cobra una nueva dimensión en Jesucristo. Él es la autoridad en materia de amor. Jesús ama cuando resulta difícil hacerlo, cuando Su amor es rechazado, cuando tiene escaso sentido. Ama cuando los demás se dan por vencidos. Ama a los desdeñosos, a los fríos, a los indignos.
Cuando el amor da muestras de haberse secado, tendemos los brazos hacia Jesús y reaprendemos lo que es amar.
Anónimo
Embajadores del amor
D
ios se propone mostrar al mundo cómo es Él,y para ello debe valerse de nosotros . Jesús dijo: «Como me envió el Padre, así también Yo os envío» (Juan 20:21). Jesús vino a amar al mundo y nos llama a nosotros a hacer lo propio en cada faceta de nuestra vida, por todos los medios de que podamos echar mano. Nos insta a que manifestemos a los demás el amor de Dios. La única forma de que nuestros semejantes descubran el gozo, la paz, el amor, la felicidad y el Cielo que ofrece Dios es por intermedio de nosotros. Sea cual sea nuestro lugar de origen, si tenemos a Jesús, somos Sus embajadores y representamos al Rey de reyes, que rige los destinos del universo.
¿Cuál fue el último mensaje que dio Jesús a Sus discípulos antes de ser detenido, encarcelado, azotado y muerto? «En esto conocerán todos que sois Mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan 13:35). Habló del amor. Dijo que el amor era preeminente.
¿No habría bastado con que ellos anunciaran el amor de Jesús? ¿No podía haberles dicho el Señor: «En esto conocerán todos que sois Mis discípulos, si predicáis Mi mensaje»? Es evidente que no. No basta con hablar del amor. Mandó a Sus discípulos que manifestaran amor. Era preciso que lo vivieran. Él sabía que no había forma de invalidar un ejemplo de esa naturaleza.
En consecuencia, aquellos primeros cristianos pusieron el mundo patas arriba con el amor de Dios. Su modus vivendi convenció a los demás de que su fe estaba basada en algo real. «¡Miren cómo se aman estos cristianos!» Hasta sus perseguidores romanos se maravillaban y preguntaban: «¿Quién es este Cristo y cómo es que los hace tan felices? Aunque ustedes no tienen nada, ¡lo tienen todo! ¿Cómo puedo hallar yo esa misma felicidad?» Tal fue el efecto que tuvieron que al cabo de doscientos años una de cada cinco personas profesaba la fe cristiana.
Que a nosotros también se nos conozca por el amor.
D.B.B.
Ó
Nuestro principal propósito en la vida es, como dijo Lutero, «amar a Dios y disfrutar de Él para siempre». Y yo añadiría: contribuir a que otras personas disfruten de la vida llevándolas a encontrar y experimentar también el amor de Dios.
D.B.B.
Ó
Un poquito de amor rinde mucho, muchísimo más de lo que nos podríamos imaginar.
D.B.B.
Ó
El amor es la cédula de identidad del cristiano.
Anónimo
Ó
Yo procuro dar por amor a los pobres lo que los ricos obtienen con dinero. No tocaría a un leproso ni por un millón de libras esterlinas; sin embargo, motivada por el amor de Dios, lo curaré gustosa.
Madre Teresa
Ó
Embajador del Sublime
En Los miserables, Víctor Hugo cuenta la historia de Jean Valjean, cuyo único delito había sido robar una barra de pan para dar de comer a los hijos de su hermana, que se morían de hambre. Tras diecinueve años de cárcel, fue puesto en libertad. No encontraba trabajo por haber sido presidiario, pero llegó a la casa de un anciano obispo compasivo, que le ofreció cena y alojamiento por una noche.
Desesperado ante las escasas perspectivas de un futuro mejor, cedió a la tentación y, tras robar la vajilla de plata del obispo, se escabulló en mitad de la noche. Al poco tiempo lo detuvieron y lo llevaron ante el obispo. El buen prelado sabía la suerte que correría aquel hombre si lo volvían a condenar por robo. Ello lo motivó a responder a los agentes de la ley: «¡Pero si yo se la regalé! Además, Jean, se te olvidó llevarte los candelabros». Jean se quedó pasmado ante semejante bondad. A partir de aquel momento su vida no fue la misma.
Anónimo
Ó
Muchísimas personas viven permanentemente buscando amor y, sin embargo, en muy escasas ocasiones, por no decir ninguna, lo encuentran. Por todos lados la gente busca un rayo de esperanza, de salvación, alguna luz, una migaja de amor, de misericordia, un lugar donde hallar algo de alivio. Los que hemos hallado a Dios y Su amor tenemos lo que los demás han buscado toda la vida y necesitan con gran urgencia. Si podemos demostrarles que el amor existe, podrán creer que Dios existe, porque «Dios es amor» (1 Juan 4:8).
Aun los pequeños detalles significan mucho. La luz de nuestra sonrisa, la expresión de bondad de nuestro rostro y la influencia que ejercemos con nuestra vida son capaces de iluminar a muchos y pueden tener un efecto asombroso en las personas más insospechados. Cuando perciben nuestro amor y les decimos que se trata del amor de Dios, ello las lleva a pensar que quizás es cierto que haya Alguien que las ama. Puede modificar todo su enfoque de la vida y ayudarlas a comenzar de nuevo.
D.B.B.
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