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viernes, 4 de febrero de 2011

¡COMUNICACIÓN CELESTIAL!

«¡Señor, enséñanos a orar!»(Lucas 11:1)

¡Rogar a Dios debería ser algo natural para todo verdadero hijo de Dios nacido de nuevo! Dios quiere que cada uno de Sus hijos, los que de veras le conocen, entablen contacto directo y personal con Él, no meramente por medio de las oraciones de otros. Por lo tanto, cada uno de nosotros debemos aprender a comunicarnos de forma particular e íntima con el Señor por medio de la oración, que es el vínculo que tenemos con el Cielo, el teléfono divino entre el Señor y nosotros.
Al Señor le encanta darnos las respuestas a nuestras preguntas, las soluciones a nuestros problemas y dificultades. Él sabe exactamente qué debemos hacer y cómo, y quiere que simplemente se lo preguntemos en vez de tomarnos toda la molestia de tratar de resolverlo todo por nuestra cuenta. Él dice: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá» (Mateo 7:7).
¡Para el Señor todas las respuestas son muy sencillas y todas las soluciones muy fáciles! Lo único que tenemos que hacer nosotros es pedir, y Él prometió que recibiríamos. Por tanto, no creas que tienes que resolver tú mismo todos tus problemas. ¡Simplemente póstrate en oración y recibe las soluciones divinas! Él dice: «Clama a Mí, y Yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces» (Jeremías 33:3).
«Separado de Él nada puedes hacer»; pero con Él, «¡todo lo puedes en Cristo que te fortalece! (Juan 15:5; Filipenses 4:13) De modo que cuando de veras necesites ayuda, ¡díselo a Jesús! «¡Echa sobre el Señor tu carga, y Él te sustentará! ¡Echa toda tu ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de ti!» (Salmo 55:22; 1Pedro 5:7) ¡Las espaldas del Señor son muy anchas y pueden llevar cualquier carga, las cargas de todos juntas, incluida la Suya propia! ¡Por eso es muy importante que aprendas a orar y a confiarle tus cargas, pruebas, preguntas, problemas y necesidades!
Jesús dijo: «Mi yugo es fácil, y ligera Mi carga»; pero para ello hay una condición: «¡Ven a Mí!» (Mateo 11:28) Cuando te acerques al Señor en oración y con fe, y le pidas las soluciones, ¡te las dará! ¡Y en eso consiste la oración! ¡No es un simple rito religioso, sino una relación viva!

¡Oír la voz del Cielo!

Para la mayoría de las personas, la oración es un monólogo; las únicas que hablan son ellas. Dicen: «Oye, Señor, Tu siervo habla», en vez de orar como Samuel, el niño profeta, que a los cinco años dijo: «¡Habla, Señor, Tu siervo oye!» (1Samuel 3:10) Llegarás mucho más lejos de esa manera, escuchando al Señor, en vez de hablar tanto que casi ni te quede ocasión de oír lo que Él te quiere decir.
La oración no es solo ponerte de rodillas y decir lo que tú quieres, ¡sino también dejar que Dios te diga lo que Él quiere! ¡Por eso cada uno de nosotros debe conocer personalmente al Señor, estar lleno del Espíritu Santo, dejarse dirigir individualmente por el Espíritu a fin de poder buscar nosotros mismos al Señor y hallar por nuestra cuenta las soluciones que cada uno necesitamos en nuestra situación particular!
Eso es de hecho lo principal que debemos aprender cada uno: ¡A seguir a Dios y escucharle nuevamente todos los días! ¡No basta con llenarse uno de inspiración una vez en la vida y conformarse con eso! Es como comer: ¡Una sola comida no le basta a uno ni para un día entero, y mucho menos para varias semanas o meses! Y de la misma manera que uno necesita comer todos los días, también tiene que recibir inspiración diariamente. ¡Uno necesita alimento fresco del Espíritu, renovar su poder del Espíritu, precisa de la leche de la Palabra, de fuego bajado del Cielo para volverse a llenar de inspiración día tras día!
¡Todos los días puedes escuchar a Dios! No es preciso que lo oigas en voz alta, que sea una voz audible. Puede ser simplemente ese «silbo apacible y delicado» (1 Reyes 19:12) que sientes en tu interior. A veces ni siquiera son palabras; sólo una impresión que uno tiene. Dios no tiene que comunicarse por medio de palabras; puede darte una simple sensación, imagen o idea.
El espíritu de Dios es como una emisora que emite en todo momento; ¡uno sólo tiene que aprender a sintonizarse! ¡Basta con tener fe! Si crees y tienes fe, ¡Jesús habla en todo momento, en todo lugar! De modo que cuando le pidas una solución al Señor, cuenta con que te va a responder, y acepta lo primero que te llegue.
Si de veras tienes fe y le preguntas algo al Señor, y quieres oír o ver la respuesta, ¡no te decepcionará! ¡Y lo que veas u oigas con los ojos u oídos de tu espíritu, proviene del Señor y te reconfortará mucho! ¡Cuenta, pues, con que Dios te responda! ¡Si le pides algo suplicándoselo de todo corazón, Él te responderá!
¡Pero si andas con prisas y apurado, inquieto e impaciente, no lograrás concentrar toda tu atención --tus ojos, tus oídos, tu mente y tu corazón-- en el Señor para recibir las soluciones de los problemas, las respuestas a las preguntas, las mejores decisiones para cada situación!
Si no guardas silencio y tratas de buscar al Señor, ¿cómo vas a recibir nada de Él? Él dice: «Estad quietos, y conoced que Yo soy Dios. ¡En quietud y en confianza será vuestra fortaleza!» (Salmo 46:10; Isaías 30:15) ¡Si quieres oír al Señor, tendrás que pasar unos momentos a solas, en silencio!
Todo gran hombre de Dios, desde Moisés hasta Jesús, tuvo que retirarse a su montaña y pasar allí, a solas, un tiempo en meditación, oración y comunión con Dios. ¡Jesús muchas veces tuvo que levantarse al despuntar el día, antes que Sus discípulos, y cruzar colinas a pie o subir a un monte para estar a solas con Dios y recibir las órdenes que le quería dar Su Padre aquel día! (Marcos 1:35; Lucas 6:12) ¡Dios mío, si el propio Jesús tuvo que hacerlo, cuanto más nosotros!
De modo que comienza bien el día: ¡Escucha al Señor! Lo necesitas; de lo contrario las cosas no irán como deben. ¡No se puede hacer la obra del Maestro sin Su poder y Su orientación, y para obtenerlos, es preciso que pases tiempo con Él!
Él resolverá muchos de tus problemas aún antes de que comience el día si escuchas lo que Él te quiere decir. Pero si te metes de cabeza en todos tus problemas y tu trabajo sin detenerte para hablar con el Señor y recibir instrucciones de tu Comandante en Jefe, leyendo Su Palabra y alimentándote de ella en una actitud de oración, ¡sería como si un soldado quisiera hacer la guerra Él solo sin atender a las instrucciones del cuartel general!
Todos necesitamos pasar unos momentos tranquilos y en silencio con el Señor para descansar y volver a llenarnos, beber el Agua Viva de Su Palabra y gozar con Él de la comunión de la oración, haciendo suavemente el amor en el Espíritu. ¡Es algo que te renueva totalmente, que te refresca por completo y te ayuda a ver las cosas de otra manera, con la perspectiva apropiada, te llena de inspiración nueva, te repone las fuerzas, y te da reposo, paz y alegría! Porque «los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; ¡correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán!» (Is. 40:31)

«¡Reconócelo en todos tus caminos!»
(Proverbios 3:6)

Aunque todos los días debemos pasar un rato especial con el Señor, en silencio, la Biblia también nos dice que debemos orar siempre, que en todo momento debemos estar orando, todo el día, y que en todo lo que hagamos debemos estar «con los ojos puestos en Jesús». ¡Él nos habló de la «necesidad de orar siempre, y no desmayar»! «¡Orad sin cesar! ¡Velad y orad!» (Hebreos 12:2; Lucas 18:1; 1Tesalonicenses.5:17; Mateo 26:41) El Señor sabe que nos hace falta, y es uno de los medios que emplea para mantenernos cerca de Él y continuamente en Su presencia, recurriendo constantemente a Él y contando con Su protección.
¡La oración es algo que se hace en todo momento, no importa a qué otra cosa te estés dedicando! No se puede esperar hasta que termines de hacer esto o lo otro, para luego orar. ¡Es como pensar sobre la marcha, o como respirar!, respirar continuamente el Espíritu Santo, estar en constante comunicación con el Señor.
Él dice: «¡Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas!» (Proverbios 3:6) ¡El Señor puede ahorrarte mucho trabajo, muchas molestias y mucho tiempo si antes de dar inicio a un trabajo te acuerdas de orar primero! ¡Ora por cualquier cosa que tengas que hacer! El Señor siempre está a tu lado. Él dice: «No te desampararé, ni te dejaré» (Hebreos 13:5). Nunca es Dios el que se aparta; somos nosotros los que a veces no estamos allí cuando nos vamos a otra parte y le dejamos atrás; cuando nos olvidamos de orar.
¡Los principales errores que cometen los cristianos son por fiarse de sus razonamientos o «sentido común» cuando el Señor tiene pensado algo totalmente diferente, contrario a lo que se esperaría naturalmente y que sólo Su Espíritu puede revelar! En muchas ocasiones la Biblia se refiere a personas que tomaron decisiones por su cuenta, basadas en sus propios razonamientos y lógica, y que resultaron ser totalmente equivocadas, porque no buscaron al Señor ni se dejaron orientar por Su Espíritu.
Lo más importante en nuestra vida es Jesús y estar unidos a Él y dejar que Él nos oriente y dirija. ¡Tiene que dirigirnos Él porque Él es el único que puede! ¡Sin Él no sabemos adónde vamos ni cómo llegaremos allí ni nada! ¡Él es el que sabe exactamente adonde ir y la mejor manera de llegar; nosotros no tenemos más que sentarnos en el asiento de atrás y dejar que conduzca Él!
Él ha prometido que si le reconoces, ¡enderezará tus veredas! Así que antes de comenzar cualquier cosa, pídele consejo al Señor. Asegúrate de que eso es lo que Él quiere que hagas. ¡Búscale acerca de todo, acerca de cada problema y de cada decisión, y Él nunca te fallará ni te decepcionará!

¡La fuerza de la oración fervorosa

El Señor quiere que seamos felices, y gracias a Él, normalmente lo somos. Pero algunas veces es necesario que busques de corazón al Señor para que se opere un cambio necesario y que ores con todas tus fuerzas, con desesperación, derramando tu corazón delante del Señor. Él dice: «¡Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón!» (Jeremías 29:13) Hay veces en las que cada uno tenemos que orar al Señor urgente y fervorosamente por cualquier situación grave que surja, cuando nos sea preciso averiguar qué es lo que Dios quiere hacernos ver.
Pero muchas personas adoptan una actitud un poco perezosa y parecen creer que sea como sea el Señor lo hará todo. ¡Cuando lo cierto es que muchas cosas dependen de nosotros! ¡Muchas veces lo que Dios vaya a hacer depende de tu voluntad, de tus acciones, de lo que tú quieras y de cómo ores! ¡No tienes que quedarte cruzado de brazos mientras Dios y el Diablo luchan a ver quién gana!
La Biblia dice que en cierta ocasión le estaban ocurriendo cosas malas al pueblo de Dios porque «¡nadie se despierta para invocar al Señor!» (Isaías 64:7) Ello demuestra que el Señor en efecto deja muchas cosas en nuestras manos: Si nosotros nos despabilamos, Dios se despabilará. Muchísimas cosas dependen de nosotros, de nuestra fe, de nuestras oraciones y de lo que queremos que pase.
Aunque Dios lo puede hacer todo, se ha comprometido a obrar por medio de nosotros, ¡y nuestras oraciones pueden hacer maravillas! Muchas veces Él está simplemente esperando a que nosotros tomemos cartas en el asunto. Ha llegado a decir: «¡Mandadme!» (Isaías 45:11) ¡Le ha concedido tanta fe y tanto poder al hombre que uno hasta puede mandarle a Dios que haga lo que uno desea!
Estás en las manos de Dios, pero en cierto modo Él también está en tus manos, a tus órdenes, como el genio de la lámpara de Aladino, que te dice: «¡A tus órdenes!» Si estás en Su Espíritu, en Su voluntad, deseando únicamente lo que le glorifica, y tu corazón se deleita solamente en Él, le puedes mandar que haga lo que quieras, porque sólo querrás lo que Él quiera.
¡Por medio de la oración hasta puedes hacer mudar de parecer a Dios! Una vez que el Señor estaba decidido a destruir a los hijos de Israel, Moisés oró con tanta fuerza que la Palabra de Dios dice que el Señor se arrepintió de lo que les iba a hacer. ¡A causa de las oraciones de Moisés, Dios sintió tanta lástima de ellos que cambió de parecer! (Número 14:11-20) Por supuesto que el plan general de Dios, Su voluntad general, nunca ha cambiado; ¡pero en ciertos detalles, tú mismo puedes hacerle cambiar de parecer!
De modo que la próxima vez que necesites urgentemente Su ayuda y te veas entre la espada y la pared, ¡reacciona y pon a Dios entre la espada y la pared! ¡Clama al Señor, y por medio de Él tienes poder sobre todas las cosas! ¡Jesús nunca falla! Él siempre responde cuando hacemos un esfuerzo por clamar a Él de todo corazón.

¡Más principios que rigen la oración!

Para llevar una buena vida de oración, una de las principales cosas que hay que conocer es la Palabra de Dios. La fe aumenta estudiando fielmente la Palabra de Dios. «La fe es por el oír la Palabra de Dios» (Romanos 10:17). Por eso, aunque Dios de todos modos puede contestar, te animará y te dará más fe si antes de hacer una oración muy seria y urgente, lees primero algún pasaje inspirador de la Palabra.
Dios en Su Palabra ha hecho promesas, y cuando ores, debes traer contigo esas promesas para recordárselas. Cuando le recuerdas a Dios Su Palabra, demuestras tener fe en ella. Y esta declaración categórica de tu fe y de tu conocimiento de la Palabra es lo que a Él le agrada. Pero «¡sin fe es imposible agradar a Dios!» (Hebreos 11:6)
«Nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas (Sus promesas) llegaseis a ser partícipes de la naturaleza divina» (2Pedro 1:4). ¡Tienes que citarle los términos del Contrato (la Biblia) al Firmante (Dios) y obligarle a cumplirlo! ¡Él está obligado por Su Palabra! Así que recuérdasela, aférrate a Sus promesas, apréndetelas de memoria y recítalas, y no dudes ni por un instante que Dios responderá, ¡y lo hará!
Pero recuerda siempre las condiciones que ha puesto Él, los términos del contrato: ¡Fe y obediencia! ¡Primero vienen la fe y la obediencia, y después Dios contesta las oraciones! Si obedecemos al Señor y somos fieles, confiamos y tenemos fe, Dios tiene que bendecirnos y contestar.
¡Claro que a veces a Dios le gusta poner a prueba nuestra fe!, y a menudo no nos da las soluciones hasta que obedecemos lo que ya nos ha dicho o enseñado. Los retrasos de Dios no son siempre forzosamente rechazos. A veces simplemente debemos tener fe y esperar a que Dios nos conteste, lo cual suele resultar en «la prueba de nuestra fe, que produce paciencia» (Santiago 1:3).
¡Otro importante principio de la oración es ser concreto con el Señor! ¡Cuando oramos tenemos que pedir y esperar respuestas concretas! ¡Muchas veces la gente reza en términos generales porque en realidad no cuenta con recibir respuesta! ¡Mientras que si oras por cosas concretas, manifiestas que tienes fe en que vas a recibir esa respuesta concreta!
¡Y recuerda que Dios te toma exactamente al pie de la letra! Recuerdo a un predicador que conocí una vez que dijo: «¡Señor, dame un auto, necesito urgentemente un auto, Señor, cualquier auto!» Y eso fue ni más ni menos lo que consiguió, ¡una carraca! «¡La siguiente vez --dijo-- oré específicamente por un buen auto y lo conseguí!» ¡Ten cuidado, pues, con lo que le pidas al Señor que haga, porque te tomará al pie de la letra! ¡Te dará lo que pidas, sin duda alguna te responderá conforme a tu fe!
Y ojo con insistirle al Señor en que te dé ciertas cosas: A veces Él nos concede cosas que no nos convienen para enseñarnos una lección. Refiriéndose a los hijos de Israel, dijo que «les dio las peticiones de su corazón, mas envió flaqueza a sus almas» (Salmos 106:15). Cerciónate de que lo que buscas sea para Su gloria y esté dentro de Su voluntad.
Si estás lleno del precioso Espíritu Santo de Dios, comprobarás que éste tendrá un efecto tremendo en tus oraciones. Una vez lleno del Espíritu, puedes orar en el Espíritu, y tus oraciones surten más efecto porque oras por el Espíritu. «Pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros» (Romanos 8:26).
Entonces, una vez que hayas orado por algo y se lo hayas confiado al Señor, sólo te queda tener fe. «¡Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá!» (Marcos 11:24) Así, pues, una vez que has orado y le has confiado algo al Señor, a partir de ahí es asunto de Él. ¡Ya no necesitas preocuparte! ¡Limítate a confiar en el Señor, alabarle y darle las gracias por oír y responder tu oración aunque no veas la respuesta inmediatamente!
Es más, no solo deberías terminar tus oraciones con alabanza y acción de gracias, ¡sino también iniciarlas de esa manera! Su Palabra dice: «Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias» (Filipenses 4:6), y «¡Entrad por Sus puertas con acción de gracias, por Sus atrios con alabanza!» (Salmo 100:4) Es como presentarse delante del Rey y rendirle homenaje, reverenciarlo y honrarlo como se merece.
Aunque estés cansado o desanimado o no te apetezca alabar a Dios, ¡debes alabarlo de todos modos, simplemente porque Él nos lo ha mandado y porque sabes que eso le agrada! Es como quien ceba una bomba de agua antigua: ¡Se echa un poquito de agua para después sacar mucha! Cuando empiezas a alabar al Señor por fe y «cebas y pones en marcha la bomba», enseguida te sentirás feliz en el Señor y muy contento de haberle alabado, ¡porque Él derramará Su Espíritu sobre ti y te bendecirá por ello!
Por eso, ¡mira hacia arriba y cuenta tus bendiciones! ¡Dale las gracias a Dios por todas las bendiciones que tienes y pon la mira en el Señor y en las cosas buenas! ¡Comienza tus oraciones levantando tu corazón hacia Él en alabanza! «¡Así que, ofrezcamos de continuo a Dios, por medio de Él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que bendicen Su nombre!» (Hebreos 13:15)
Recuerda también que «uno puede perseguir a mil, pero dos pueden hacer huir a diez mil (Deuteronomio 32:30), y a veces ayuda mucho que otra persona ore contigo, sobre todo en momentos difíciles. «Donde están dos o tres congregados en Mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos» (Mateo 18:20). Y «Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho» (Mateo 18:19).
¡La oración unida, en grupo, tiene mucho poder! Que nunca te dé verguenza, pues, solicitar la ayuda o las oraciones de otra persona que verdaderamente ame y siga al Señor, siempre que lo necesites. «Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados» (Santiago 5:16).
Por último, aunque no por ello menos importante, recuerda que debes orar en el Nombre de Jesús: A todo lo largo del Nuevo Testamento, el Señor habla de lo importante que es orar en el nombre de Jesús. Para llegar a Dios, hemos de pasar por Jesús. «Porque hay un solo Dios, y un solo Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» (1Timoteo 2:5). ¡Hay poder en el nombre de Jesús, y sin ese nombre, no hay poder alguno! Jesús dijo: «Si algo pidiereis en Mi nombre, ¡Yo lo haré!» (Juan 14:14) ¡ASS!
¿Tú conoces a Jesús? ¡Esperamos que sí! Si no, pídele ahora mismo que entre en tu corazón, ¡y Él entrará! Así, a medida que vayas aprendiendo a relacionarte y comunicarte con Él por medio de la oración, ¡aprenderás a conocerle de manera íntima y personal! Y si necesitas que alguien ore contigo o por ti, escríbenos hoy mismo. ¡Que Dios te bendiga con una buena «comunicación celestial», clara e inspirada!

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