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miércoles, 23 de febrero de 2011

¡DIOS ES INFALIBLE!

En algún momento de nuestra vida, todos hemos sentido una honda decepción cuando las cosas no nos salían bien, y quizá hasta hemos llegado a preguntarnos si Dios nos había fallado. Ha habido ocasiones en que hemos estado muy ocupados haciendo algo que estábamos convencidos de que era la voluntad de Dios y pensábamos, por tanto, que El bendeciría nuestros esfuerzos. ¡Le rogamos sinceramente a Dios que nos ayudara, pero por alguna razón, pareció que Dios falló y no dio resultado! ¿Alguna vez te ha sucedido a ti?
Aun cuando vemos las razones naturales evidentes y las circunstancias adversas para explicar por qué una cosa no resultó, todavía, como cristianos, nos acude muchas veces a la mente el siguiente interrogante: «¡Pero, Señor, yo creía que era tu voluntad! ¿Por qué no hiciste un milagro haciendo que resultara a pesar de todo? ¿Por qué me has fallado, Señor?» ¡En situaciones así, es muy fácil alzar los brazos en desesperación echándole toda la culpa de nuestro fracaso a Dios, guardarle rencor a Dios y permitirnos albergar un poco de resentimiento contra El en un rincón del corazón!
La sensación de decepción y desaliento es muy real a veces en tales ocasiones, pero lo que debemos preguntarnos es: «¿Ha fallado Dios?» La respuesta, para los que confiamos de verdad en el Señor y su Palabra y la obedecemos, es naturalmente no. Dios jamás falla, y si las cosas salen mal, debemos aceptar la realidad de que en cierta forma, fallamos nosotros por algún lado; la culpa fue nuestra.
Hasta las buenas intenciones y actividades fallan cuando no las hacemos con la motivación debida, o si las hacemos por orgullo o confiados en nosotros mismos sin reconocerle a Dios todo el mérito y toda la gloria. ¡Otra razón importante por la que a veces puede que parezca que el Señor «no responde las oraciones» y permite que «fallen» las cosas --incluso cosas que son sin duda alguna su voluntad-- es que desobedecemos a Dios y no le creemos! Todo puede marchar conforme a su plan y apuntar en la dirección de la cosa por la que hemos orado, ¡pero si no somos consecuentes con nuestra fe ni tenemos la clase de fe que necesitamos para creerle y obedecerle al instante cuando nos lo dice, puede que las cosas no den resultado!
Muchas veces Dios «prepara» una situación ideal en respuesta a nuestras oraciones, ¡pero luego nos corresponde a nosotros todavía hacer nuestra parte, obedecer y hacer lo que El nos diga para realizarlo! Nos da una oportunidad muy grande, y luego nos dice: «¡Ahora! ¡Hazlo ya!» ¡Y tenemos que obedecerle en esa fracción de segundo y hacer lo que nos diga!
Eso sucede con mucha frecuencia cuando testificamos el amor de Dios: el Señor hace el milagro de poner en nuestro camino a algún alma que busca con todo su ser y nos pone en el corazón un impulso apremiante de hablarle de Jesús. Pero si desobedecemos y no hacemos nuestra parte, si no aprovechamos esa gran oportunidad, todo lo que ha hecho el Señor por preparar esa situación habrá sido en vano y no se cumplirá su propósito. ¡Pero si obedecemos al instante cuando Dios nos indica lo que tenemos que hacer, lo que El puede obrar por medio de nosotros es ilimitado! ¡Por muchos obstáculos o dificultades que haya!
Un claro ejemplo de que la obediencia instantánea es esencial para hacer la voluntad de Dios se encuentra en Hechos 8:26-38: El evangelizador Felipe había estado predicando la Palabra de Dios en Samaria (norte de Palestina) cuando «el ángel del Señor le habló a Felipe diciendo: 'Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a la región desértica de Gaza.'» Dios estaba planeando algo muy grande y quería valerse de Felipe para ello. ¡Dice la Biblia que Felipe obedeció! «Entonces él se levantó y fue.»
Cuando llegó al camino, se encontró con un «funcionario de gran autoridad de la reina Candace de Etiopía.» Aquel dignatario etíope creía en Dios, y había ido a Jerusalén a darle culto e iba de regreso a Etiopía. ¡Cuando pasaba en su carro, iba leyendo Isaías 53, que es una de las profecías más asombrosas de toda la Biblia! ¡500 años antes del nacimiento de Jesús, dicho capítulo había predicho la vida y muerte de Jesús con una precisión increíble! ¡Era la situación ideal! ¡Pero Felipe todavía tenía que hacer la parte que le tocaba a él del plan de Dios!
«Y el Espíritu Santo le dijo a Felipe: '¡Acércate a ese carro!'» ¿Y qué hizo Felipe? ¿Acaso pensó: «Un momento, será mejor que lo piense dos veces. Es un funcionario extranjero importante, y fíjate en esos guardias armados tan musculosos que lo escoltan. Si me acerco a su carro me puedo meter en un buen lío. ¡Hasta me pueden matar!» ¿Fue eso lo que hizo? No. ¡Obedeció al instante! La Biblia dice: «Aceleró Felipe el paso!» Corrió y se fue derecho a aquel carro que estaba rodeado de todos aquellos guardias armados, y le preguntó al tesorero principal: «¿Entiendes lo que lees?»
¡El etíope le confesó que no entendía, y le pidió a Felipe que se lo explicara, lo cuál éste hizo gustosamente! ¡Y como resultado, el etíope se convirtió y se hizo cristiano! ¡Y como era un hombre de mucha autoridad e influencia, cuando regresó fue de mucha utilidad, porque convirtió al cristianismo todo el país de Etiopía! Y todo porque Felipe obedeció e hizo caso del plan de Dios, obedeciendo instantáneamente cuando Dios le dijo: «¡Ahora! ¡Ve!» ¡Eso demostró que sin duda Felipe tenía fe en Dios!
Aquí tenemos entonces la respuesta a la pregunta: «¿Por qué no responde Dios a veces nuestras oraciones?» Muchas veces se debe a nuestra falta de fe, a que no creemos de veras su Palabra. ¡Con frecuencia no estamos totalmente convencidos de que Dios está realmente con nosotros y de que va a hacer lo que ha prometido! Puede que con indecisión creamos que Dios va a hacer algo y sigamos el rumbo general que nos marca, pero a la hora de la verdad, cuando Dios nos dice que seamos consecuentes y hagamos nuestra parte, entonces es cuando se ve si realmente creemos que Dios está con nosotros o si simplemente nos estamos dejando arrastrar con la esperanza de que esté con nosotros, aunque en realidad no estamos muy seguros.
¡Si nos limitamos a avanzar cautelosamente sin dar ningún paso concreto ni comprometernos en serio hasta que estemos «seguros» de que va a funcionar o tener éxito, eso no es tener fe! ¡Si no crees sin lugar a dudas que Dios está contigo y te va a proteger y bendecir en tu esfuerzo, no tendrás fe para obedecer al instante cuando te pida que pongas tu fe en acción! ¡Si tienes alguna reserva, si tienes alguna duda, vacilarás antes de obedecer y dar un paso concreto! ¡Y como resultado, es posible que dejes escapar la gran oportunidad que te presenta Dios!
¡Si no obedecemos ni ponemos en práctica nuestra fe creyendo en esa gran oportunidad, en ese momento decisivo, seremos nosotros los que hayamos fallado, y no Dios! Si no confiamos verdaderamente en nuestro corazón y --como dice la Biblia-- somos de doble ánimo, ¿cómo vamos a esperar que Dios consteste nuestras oraciones? Santiago 1:6-8 dice: «Pídele a Dios con fe, sin dudar ni vacilar. El que duda es semejante a la ola del mar, que el viento arrastra y echa de una parte a otra. No piense quien tal haga que recibirá cosa alguna del Señor.»
¡Si tenemos fe, Dios puede obrar milagros, y podremos lograr cualquier cosa! ¡Pero sin fe, no lograremos nada! Como dice 2º de Crónicas 20:20: «Creed en el Señor vuestro Dios y estaréis seguros; creed a sus profetas y seréis prosperados.» Pero Isaías 7:9 advierte: «Si no crees, no permanecerás.»
Pero es posible que a veces las circunstancias no nos parezcan «apropiadas». Puede que hayan entrado en escena otros factores y las posibilidades de éxito no parezcan tan seguras. ¡Ahí es donde verdaderamente se pone a prueba nuestra fe! Entonces es cuando se ve si realmente confiamos en que Dios está con nosotros y va a contestar nuestras oraciones.
Cuando Abraham tenía 100 años y su mujer Sara 90, el Señor les dijo que ella iba a tener un hijo. Romanos 4:19-21 dice: «Y (Abraham) no se debilitó en la fe... no dudó por incredulidad de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.» Y Hebreos 11:11: «¡(Sara) dio a luz fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido.!»
¿Crees tú que Dios es fiel? Cuando oras pidiéndole a Dios que te ayude, ¿estás «plenamente convencido» de que te va a ayudar? Si es así, sigue creyendo aunque las posibilidades no sean muy seguras. ¡Y cuando te diga que hagas algo, obedece al instante y El también obrará milagros por ti!

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